¿Un líder o un provocador?

Por en mayo 9, 2023

Por Aura Isabel Olano Correa

Desde los primeros cursos escolares, en una materia que se denominaba “civismo” que, al parecer desapareció del pénsum académico, los profesores insistían en que el presidente de la República simboliza o representa la unidad nacional, que no se refiere, propiamente, a una coalición electoral ni al nombre de alguna entidad. No. La unidad nacional se logra a través de un real e inteligente liderazgo de un jefe de Estado, que tiene la responsabilidad de conducir de manera serena, pero segura, a una Nación hacia metas de progreso sociales, económicas, políticas, medioambientales y hasta espirituales.

Quien conduce una nación, debe hacer los cambios que se requieran, con previo conocimiento de la comunidad y concertación con sus diferentes representantes políticos, gremiales, cívicos, etc. En una democracia, como la nuestra, debe haber, necesariamente, pesos y contrapesos.

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Un acertado liderazgo permite hacer las transformaciones de manera concertada, no a capricho del gobernante, como lo pretende el presidente Gustavo Petro, quien sale, al ya famoso balcón, con gestos y palabras amenazantes, si el Congreso de la República no aprueba, de manera genuflexa, las reformas que está proponiendo, so pena de llamar a la insurrección popular, como lo sufrió recientemente el país, revuelta liderada por la llamada “primera línea”, para la cual exige de los jueces de la República sacar de las cárceles a sus miembros, sin importar los delitos cometidos, además de usurpar funciones de la rama judicial.

A propósito, tuvo la Corte Suprema de Justicia, que recordarle al presidente Petro, que en Colombia hay separación de poderes que, por lo tanto, él no es el jefe del fiscal general de la Nación, que pertenece a la rama judicial y que tiene el rango de magistrado. Ha sido ese un escándalo que trascendió nuestras fronteras patrias y no dejó bien parado al jefe de Estado que protagonizó semejante rifirrafe con el fiscal Barbosa, quien también está listo a la acción pendenciera.

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Pésimo ejemplo para un país convulsionado como el nuestro, que necesita sindéresis de sus gobernantes y demás autoridades. ¿Cómo puede hablar el presidente Petro de “Paz Total” si sus acciones, lenguaje y comunicación no verbal tienen altísimas dosis de belicismo? ¿Cómo se puede entender, que quien debe representar la unidad nacional, salga a enardecer al pueblo, convocándolo a las calles si no se cumplen sus deseos autoritarios?

Que el presidente Petro hable de revolución, inquieta a muchos ciudadanos por la connotación que tiene, dado su pasado y con el reciente llamado ‘estallido social’. Él, más que nadie, por ser el líder de la Nación, debe medir sus palabras, porque bien se dice, que las palabras son tan poderosas, que a través de ellas se puede crear o destruir.

El efecto de su ímpetu autoritario, exacerbado en días recientes por la elección del gerente general de la Federación Nacional de Cafeteros, sin importar la autonomía gremial, cargo para el que tenía candidato, de ahí que hubiera solicitado el cambio del anterior gerente de esa Federación; la despedida de siete de sus ministros; las descalificaciones a los opositores de la reforma a la salud, a los críticos de ciertos artículos del Plan Nacional de Desarrollo y haber permitido que la Guardia Indígena del Cric presionara su aprobación, entre otros desaciertos, a su corto arribo al solio de Bolívar, le están pasando factura.

Es increíble, que luego de la diatriba desde el famoso balcón, contra el yugo y el esclavismo de la corona española a los pueblos americanos, en vísperas de su viaje, con visita de Estado incluida, se dejara condecorar por el Rey de España con el collar, precisamente, de Isabel la Católica. No se entiende esa incongruencia histórica del presidente Petro, que a manera de “rebeldía”, se supone, no usó frac, por ser una prenda elitista, cuando ese traje de etiqueta uniforma a los asistentes.

Todas esas salidas en falso se reflejan en las encuestas, en la más reciente, la desaprobación a su gestión es del 61% y con aprobación de solo el 30%. Esos no son resultados positivos para un gobierno empecinado en el cambio, pero no sabemos a qué puerto conducirá ese cambio a los colombianos.  

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