Un día para las madres
Columna de opinión Por: Juan Carlos López Castrillón
En 1914 los americanos decidieron que el segundo domingo de mayo celebrarían el día de la madre. El éxito comercial fue enorme y muy pronto otros países copiaron la idea. Encontraron una mina de oro, por lo que pronto aparecería el día del padre, el del maestro y el de la secretaria, entre otros, que aunque en menor grado, también generaron ventas y festejo.
Después vendrían el día del abogado, del ingeniero, del hombre, de la mujer, del orgullo gay, del árbol, del amigo, del agua, del campesino, del afro, de la enfermera, del niño, del adulto mayor, y por ese camino hoy tenemos fecha para casi todas las profesiones y actividades y para cuanto elemento diferenciador se nos ocurra, tenemos incluso nuestro benemérito día de la Alcayata.
Todo eso me parece bien, pues hay que tratar de reivindicar y recordar, pero sin duda el que por siempre tendrá un enorme elemento emocional es el día que hoy celebramos, el Día de la Madre.
Es difícil no tener una primera visión ligada a ella. Uno de los primeros recuerdos que tengo de mi infancia, tiene que ver con una imagen en la que le entrego un regalo a mi madre Guiomar, es muy probable que se tratase de un día como hoy.
Una foto que captura ese momento ilumina un estante con libros en mi habitación y me ayuda a recordarla sin falta todos los días, más desde que se fue, hace 16 años.
Luego, mis remembranzas de adolescencia siguen girando en torno a su actividad como directora de un hogar infantil adscrito al ICBF y la abnegada tarea que desarrollaba con los niños de los barrios populares de Popayán y los de las veredas indígenas del municipio de Silvia.
Como la vida se pasa volando y termina siendo una colección de instantes, hago permanentemente un ejercicio de memoria y acopio del mayor número de recuerdos que puedo tener de mi madre, para darle vida en mi cerebro y tener presentes sus palabras, sus gestos, su caminar y ese último “te quiero”, muy poco antes de convertirse en un ser de luz.
Para los momentos de orfandad me ha servido de consuelo releer algunos párrafos del libro de Héctor Abad Faciolince «El Olvido Que Seremos», en el que habla que los seres amados siguen viviendo en la medida en que los recordemos, argumento central también de esa bellísima y novedosa película de dibujos animados llamada «Coco». Si algún día se ponen tristes por los que se adelantaron les recomiendo ese libro y esa película.
Volviendo a nuestra realidad, tengo una fijación cuando me entero por los medios de comunicación de las muertes violentas de miles de colombianos jóvenes que cada año contradicen el axioma que reza «que los hijos entierran a sus padres».
En ese instante me quedo siempre pensando en que cada persona que desaparece habitó un hogar, fue a un colegio, jugó con amigos, tuvo un espacio emocional en su familia; y pienso en el desgarrador dolor de esas madres y padres que tienen que ir contra natura cuando sepultan a sus hijos. Esas mamás no tendrán hoy una celebración completa, pues hará faltará un puesto en la mesa.
Solo por ese hecho, por el derecho de las madres de ver crecer a sus hijos valen la pena todos los esfuerzos que se hagan por desterrar la violencia y las guerras de la faz de la tierra.
Pero más allá de la celebración comercial de este día, hay que hacer un alto en el camino para además de felicitar a las madres colombianas, también decirles GRACIAS.
Gracias porque es por ellas – por las madres campesinas, las amas de casa, las empleadas domésticas, las profesionales, las maestras, las oficinistas, las deportistas, las periodistas, las policías, las que trabajan en la economía informal, las madres cabeza de hogar – que Colombia tiene solidez en el núcleo más importante de una sociedad: la familia, y con ello hacen que este país sea viable.
Entonces, el mejor regalo para nuestras madres es apoyarlas en su lucha silenciosa – y a veces desconocida – por más equidad de género, por el total respeto a sus derechos, por mayores espacios en la dirección de lo público y lo privado, todo lo cual va a medio camino. Eso hay que tenerlo presente en este día.
Pos Data: en este día, una felicitación adicional y especial para mi esposa Yuyi, por su valor en la lucha que como madre ha dado para ganar la batalla más importante de su vida.
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