Sentimiento de un payanés
Por Néstor Solarte Fernández
Crecimos cuatro generaciones de Payaneses con la imagen en la mente de la estatua hermosa y altiva de Sebastián de Belalcázar en el Morro, que se ha constituido en un patrimonio afectivo que nos enorgullece. Qué hermoso cuando desde los patios de la Universidad y del Hospital mirábamos a nuestro fundador todos los días.
Pero ayer se ha humillado a la ciudad en una forma dolorosa, altanera y miserable. Contaron con todos los permisos que ingenuamente dio el Gobierno Municipal con algunos policías asignados que los acompañaron para darles protección. Los marchantes indígenas y habitantes de nuestra ciudad, cómplices del atentado, se preparaban para el insulto a la ciudad, a sus habitantes y a su historia. La sociedad bobalicona los aplaudía y nunca sospecharon sus verdaderas intenciones. Los policías fueron los notarios del desastre.
El pueblo Misak (guambiano) autor del “atentado o violencia simbólica”, como lo llama El Tiempo, es de origen peruano y se dice que no sufrió las atrocidades que le atribuyen al fundador. Pero asumen que los Payaneses son los perpetuadores de la historia.
Nadie tiene más privilegios que los Misak y, sin embargo, no hay una ciudad más lastimada que Popayán con atentados y bloqueos hasta de dos meses en sus carreteras con todos los perjuicios que Colombia desconoce. No entienden que quienes los esclavizan son el narcotráfico y los extremistas que los agreden y los matan.
Desgraciadamente esto es solo el principio. Seguirán lastimando a Popayán, ya han lanzado arengas contra el “Canto a Popayán”, la bella obra del Paraninfo de la Universidad del Cauca y otras estatuas de nuestros próceres.
Senadores caucanos como Temístocles Ortega, dicen que la obra de Martínez es una Oda a la esclavitud. Seguirá el calvario y no se ve por ninguna parte quién luche por nuestros ideales, el amor al terruño y nuestros ancestros.
Lo que han hecho ayer en Popayán es infame. Vienen tiempos peores y no tendremos sino el título de “terratenientes” en una ciudad sumida en la pobreza, donde los terratenientes son los indígenas que poseen el 34% del Departamento y los narcotraficantes unidos a los políticos de izquierda que dominan electoralmente esta región de grandes superficies.
Tengo una propuesta: Que no levanten la estatua de Belalcázar, que la dejen en el suelo indefinidamente. Porque seguirán humillando a Popayán y derribándola una y otra vez. Que los historiadores, catedráticos, Universidades digan, ¿si como descendientes de los forjadores de la grandeza de Colombia tenemos algo de qué avergonzarnos?
Como en las grandes culturas la imagen caída, asimilándola a las ruinas históricas de otras civilizaciones reconocidas por su grandeza, quede como un monumento a la infamia por los años venideros.
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