Rafael y su vaca
Por Manuel Andrés Saa Caicedo
Periodista independiente.
e-mail: manuelsaa@gmail.com
Rafael Perafán* es un campesino caucano, de esos que madruga siempre a trabajar, que recibió de sus padres ejemplo, a respetar la palabra empeñada y ha procurado cumplir y trasmitir honradez a sus hijos.
Nació hace un poco más de 40 años, en la zona alta de Timbío, en el departamento del Cauca, zona campesina dedicada, principalmente, a la ganadería y la agricultura de pan coger.
Hace unos 20 años fue contratado para atender unos caballos en pesebreras, que inicialmente funcionaron en un lote en Popayán, pero que unos años después fueron desplazadas, por el proceso de urbanización de la ciudad, a una finca en el municipio de Cajibío.
Rafael, adicionalmente, tiene en su natal Timbío un pedazo de tierra en la que ha hecho producir mora y maíz, y en el último tiempo decidió dedicarlo al cultivo del aguacate Hass, del que tiene unos 400 palos.
Es un hombre juicioso, con gran fe en Dios, y haciendo el esfuerzo por mantener esa fe en sus semejantes, siguió vinculado hasta 2022 al cuidado de equinos, pero en ese momento surgió la oportunidad de asumir el rol de mayordomo de la finca, en la que había estado trabajando en los últimos 12 años.
Rafael tomó la decisión de llevarse a su familia a la finca y asumir el reto de administrar esa propiedad dedicada al silvopastoreo, además de mantener y cuidar su plantación de aguacates.
Consiguió un crédito en el Banco Agrario para comprar tres vacas lecheras, que la empresa, propietaria de la finca le permitió tenerlas, y con el producido de las mismas, ha venido atendiendo esta obligación financiera, sin un día de atraso, así como hacen los campesinos honrados.
Todo parecía marchar bien, pero hace una semana un grupo de personas inescrupulosas entró de forma furtiva a la finca y degolló una de sus vacas con el objetivo de vender de forma ilegal la carne de ese animal que, además, estaba a punto de dar a luz una nueva ternerita, para lo que Rafael había hecho un esfuerzo económico importante al contratar una inseminación de un toro de línea muy lechera y de la que esperaba obtener buenos réditos.
Rafael ha comentado, que ha pensado en armarse, pero el Estado no se lo permite. También comenta, que ha pensado en vender todo e irse a la ciudad a dedicarse al “moto taxismo”, pero sabe que eso lo separará para siempre de sus amadas raíces campesinas y lo condenará a la pobreza prolongada.
Ha pedido en múltiples oportunidades apoyo a las autoridades, pero tampoco van por allá, pues manifiestan que es muy peligroso, ha solicitado a los dueños de la finca mejores comunicaciones, pero en la zona es muy difícil, sin embargo, están haciendo esfuerzos para atender sus peticiones.
Esta semana charlé nuevamente con Rafael, quien comentó que no podía comprar otra vaca, pues aún le adeuda cerca de 5 millones al Banco Agrario y que, por supuesto, el robo no lo exime de seguir pagando, así que tendrá que esperar a terminar de cubrir su obligación para pensar en volver a comprar otra vaca para retomar el camino de éxito económico que llevaba.
Es muy triste pensar que el Estado, que tiene la obligación de darle al ciudadano y sus bienes seguridad y justicia, por fuera de los cascos urbanos de las principales ciudades, no lo hace, además impide que los ciudadanos se defiendan de las personas que los ponen en riesgo. No hay ninguna excusa para que un miembro de la fuerza pública decida no proteger a un ciudadano, aduciendo que es muy peligroso, dejando a su suerte a millones de persona valiosas como Rafael, su esposa y sus hijos.
*Rafael Perafán es un nombre ficticio dado para proteger a la víctima de retaliaciones, sin embargo, esto es un caso real sucedido en un municipio del departamento del Cauca, en la primera semana de septiembre y que fue verificado en terreno por el autor.
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