País de odios
Por Andrés J. Castrillón Valencia
Odio al indio por ser indio, odio al negro por ser negro, odio al blanco por ser blanco, odio al de izquierda por serlo, odio al de derecha por lo mismo, odio al creyente por creer, odio al ateo por no hacerlo… y así la lista podría llenar cientos de líneas para todos los aspectos que tienen que ver con nuestro quehacer, aferrándonos cada uno a aquella forma de pensar que más nos guste y nos convenga, o, a rechazar aquello que no quiero aceptar.
Duele un país que lleva generaciones educando y preparando a sus hijos bajo la premisa de odiar a aquel que no piensa igual que nosotros. Sumado a esta incapacidad de aceptación está la generalización de que todos los indios, negros, blancos, de izquierda, de derecha, creyentes o no, son iguales y por este motivo los odiamos también. La situación empeora cuando aquellos quienes están llamados a ser referente son los que más incitan al odio sin importarles el daño irremediable que se le causa a toda la sociedad, siendo ellos los menos afectados desde su privilegiada posición.
Quienes estén libres de este sentimiento son la semilla de esperanza para nuestra nación, necesitada de líderes libres de resentimiento y con la fortaleza e inteligencia suficientes para que cada uno desde su campo de acción ofrezca la luz que ilumine a una sociedad que ve en su futuro poca esperanza de crecer unida y fortalecida.
Desde hace muchos años he defendido la tesis que el origen de nuestra incapacidad de aceptar la diferencia se inicia desde los primeros años de educación escolar, donde se debería implementar cátedras y metodologías de “resolución de conflictos” para que, posteriormente, sean llevados a nuestros hogares, lugares de trabajo y en general a todo espacio donde tengamos que relacionarnos con personas que crecen bajo condiciones sociales, económicas y culturales distintas a las nuestras, para así aprender a entender que aceptar la diferencia no quiere decir que he depuesto mi forma de pensar, sino que, aunque no la comparta, puedo convivir con aquellas personas que dejan de ser mis enemigos para convertirse en mis contradictores. La teoría de la contradicción consiste en que ante posiciones antagónicas pueda llegarse a la conciliación de intereses y a consensos.
Con este modesto escrito invito a todos aquellos que, NO nos encontramos en orillas extremas de pensamiento, para que cada uno desde nuestro posición, seamos transformadores de una sociedad que YA NO NECESITA más odios y menos aún líderes que lo fomenten.
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