Obstrucción de la vía y daño en cosa ajena

Por Aura Isabel Olano Correa
Hoy, 31 de marzo, un día tan sensible y de triste recuerdo para los payaneses, al cumplirse 42 años del terremoto que semidestruyó a Popayán y a poblaciones vecinas, indígenas resolvieron bloquear la Panamericana en varios puntos, para presionar más prebendas, como acostumbran hacerlo antes de la celebración de la Semana Santa en Popayán.
Por ejemplo, en jurisdicción del municipio de Cajibío, a pocos kilómetros de la capital del Cauca, taponaron la vía desde tempranas horas, con material de la construcción de la doble calzada Popayán-Santander de Quilichao, utilizando la maquinaria del operador de la obra, lo que constituye un delito por obstrucción de la vía y daño en cosa ajena, que poco le importa a la dirigencia indígena acostumbrada a pasar por encima de la Ley colombiana, porque alega la “justicia propia”.
Es infame lo que hacen los indígenas con el Cauca y, especialmente con Popayán, el turismo, empleo y economía, por su culpa quiebren los negocios, porque están primero sus intereses.

Luego de enfrentamientos entre las disidencias de las Farc y el ELN en territorio caucano, como ha sucedido en los últimos días, que han provocado afectaciones graves en 10 municipios y desplazamiento interno, situación que no solo afecta a campesinos y otros ciudadanos, también perjudica a sectores indígenas, pero a los dirigentes de esta etnia les tiene sin cuidado la suerte que puedan correr este departamento y sus habitantes a manos de los violentos, por el contrario, contribuyen al desasosiego y a la pobreza que padece el Cauca.
Una vez más, ya se perdió la cuenta, de las veces que miembros de comunidades indígenas bloquean esa vía internacional, perjudicando no solo al Cauca, a su capital y a Nariño, sino a todo el país, a los usuarios de la vía, al comercio internacional y, por ende, a la economía colombiana, de la cual usufructúan los indígenas a través de los impuestos que las empresas y los ciudadanos le tributan al fisco nacional, que les transfiere importantes sumas a esta etnia, que su desaforado apetito exige cada vez más, como si se tratara de un “barril sin fondo”, prebendas que, incluso, no tienen otras comunidades que le aportan en gran medida al erario.

No hay derecho a que una minoría voraz y chantajista mantenga en jaque al suroccidente del país cada vez que se le antoja exigirles más y más dinero a los gobiernos de turno, sin que los organismos de control verifiquen en qué gastan esas grandes cuantías.
Produce tristeza que dirigentes de gremios, como Cotelco, que esperan la época de Semana Santa para que sus asociados puedan lograr una utilidad, luego de tantas pérdidas que acumulan año tras año por los constantes bloqueos de la Panamericana que les impide pasar insumos para restaurantes, hoteles, cafeterías y demás emprendimientos, además de ahuyentar al turista.

La única explicación posible a la miserable y canalla actuación de los indígenas, fuera de su desmedida voracidad, es su odio por el Cauca y por toda la región, mientas sus habitantes les permiten toda clase de desafueros.
¿Hasta cuándo será posible tanta resiliencia? No más utilización de la Panamericana como si fuera una letra de cambio.
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