Nuevo imaginario para el Sector Histórico
Una nueva ciudad en pos del desarrollo pero reducida al comercio, en variedad de casos al contrabando, al rebusque y a la informalidad empresarial.
Por: Veedores de Veer-Popayán
Socióloga Ana Cecilia Campo,
Arquitectos Diego Caldas y José Alonso Monteros
El sector histórico de Popayán ha sido pensado en su ordenamiento físico y en sus aspectos sociales y ambientales desde el año 2009, estableciéndose unos lineamientos de planificación urbana específicos en el Plan Especial de Manejo y Protección del Sector Histórico de Popayán o PEMP-Popayán. Este análisis urbano privilegia el casco central de la ciudad donde se conservan los vestigios del esplendor de la cultura urbana colonial de casi 300 años de dominio, como también los años de vida republicana del Siglo XIX, para entrar al Siglo XX en situación de ruina material y humana a causa de las guerras de independencia, donde además se sacrificó la intelectualidad que orientaba y regía al Gran Cauca.
En ese sector histórico hay huellas de las catorce (14) congregaciones religiosas católicas que se asentaron en Popayán en la colonia; asimismo, hay signos del orden social imperante en la colonia y la república en la heráldica de escudos, placas, íconos religiosos, etc., que se ubican en plazas y en las blancas paredes para la protección urbana y arquitectónica especial.
Esta ciudad centrada, originaria y fundante, en el Siglo XXI sigue influyendo el orden social y se dice por parte de algunos analistas sociales que Popayán reedita su pasado hasta el hartazgo; la ciudad colonial y republicana gloriosa, hace de sí misma un mito, un cuento creíble para algunos pero que tambalea, una fábula, una realidad concreta, que no desea ver los profundos cambios que han traído el paso del tiempo y sus quehaceres.
Plano del PEMP Popayán sobre tres niveles de conservación en el sector histórico. En color amarillo, conservación integral; azul, conservación tipo arquitectónico; rojo, conservación contextual.
Frente a este hecho histórico protegido, hay en el espacio urbano actual otro signo de los tiempos y es la ciudad por fuera del damero colonial estratificador y ordenado; la ciudad que no es blanca, no es uniforme, es diversa, no está dotada de instituciones educativas, escasean las iglesias católicas monumentales y no hay símbolos o íconos que representen a los nuevos pobladores; es la ciudad con una cultura entre lo tradicional y lo moderno, en búsqueda, en transición y pretendiendo sus habitantes liberarse de la pobreza en un centro urbano empobrecido. Una nueva ciudad en pos del desarrollo, pero reducida al comercio, en variedad de casos al contrabando, al rebusque y a la informalidad empresarial.
Hay una tensión manifiesta entre los habitantes de estas dos ciudades; hay sueños encontrados entre los que aspiran a que el sector histórico sea turístico, universitario, culto, amigable con el ambiente y los que llegan al espacio armónico tradicional con su comercio persa en todos los andenes, pues en la periferia urbana contemporánea el futuro es mucho más incierto.
Esta complejidad es propia de las ciudades y ellas son escenarios naturales de conflictos de intereses entre sus habitantes, pues no olvidemos que el espacio y sus usos son políticos, en ellos se viven distintas realidades históricas y desde ellos se envían multiplicidad de mensajes.
Sin embargo esta dicotomía, este no reconocimiento mutuo, estos prejuicios de parte y parte, son una barrera social para superarse, y para sorpresa de muchos el PEMP-Popayán registra como fortaleza en su estudio histórico una ciudad en el Siglo XVII con vecindarios mezclados socialmente entre españoles, criollos, mestizos e indígenas en la traza original de la ciudad, ¿quién lo creyera, no? Por supuesto que vecindarios mezclados no implica vecindarios “igualados” en términos de la utopía social, sino ordenados desde el punto de vista urbano para integrar funcionalmente la incipiente ciudad y normarla colectivamente.
La invasión del espacio público en Popayán, aumenta cada día.
Además de la promoción de un desarrollo urbano colectivo, el PEMP-Popayán propone reavivar para los ciudadanos ocho Unidades de Gestión Urbana, denominadas UGU, como El Ejido, San Camilo, San Agustín, San Francisco, Santo Domingo, La Ermita, El Molino y El Callejón; estos espacios contarían con las Unidades de Planeación Comunitaria, UPC, logrando que los habitantes incidan realmente en la definición de la ciudad de sus sueños; así, si esta estrategia de renovación urbana se hubiese aplicado, el casco antiguo de la ciudad estaría poblado, los residentes formarían una amplia clase media construyendo prosperidad para la ciudad definida como BIC, o Bien de Interés Cultural, y el PEMP no se percibiría como un reglamento urbano que obliga al mantenimiento de fachadas descuidando el uso residencial y del sector servicios ordenado que daría vida y progreso a la ciudad.
Otra fortaleza del PEMP-Popayán es inducir la protección especial de los cerros tutelares de la ciudad, lo cual tampoco se ha implementado y Belén, las Tres Cruces y el Morro Tulcán son una tentación para los urbanizadores piratas; de haberse implementado esta instrucción urbana se tendría un parque natural especialmente para beneficio de los habitantes del centro de la ciudad, pero también por su belleza paisajística y extensión, ofertaría servicios ambientales y recreativos para los residentes de todo Popayán.
Así las UGU, las UPU y los Cerros Tutelares están en peligro. Los residentes del centro de la ciudad emigran constantemente y la extraordinaria infraestructura urbana para vivienda con vías, servicios públicos, mobiliarios urbanos, zonas verdes cercanas, variada y completa dotación institucional, se transforma sin control en bodegas para el comercio de mayoristas, establecimientos comerciales sin la adecuada ventilación e iluminación, cocinas y restaurantes por doquier, de tal forma que la propuesta del PEMP-Popayán de integrar los habitantes a la vida cultural y urbana que le da identidad a los residuos de la ciudad blanca se escapa. Se evidencia una subutilización del espacio urbano de calidad que debería haberse orientado a la vivienda en el sector.
El Morro Tulcán es sitio para el paseo de los payaneses, pero esa colina está erosionada, sus accesos son arbitrarios, el desaseo impera en su cúspide y la inseguridad amenaza a sus caminantes.
Los cerros tutelares contienen una amenaza colosal. Belén arborizado en 1907 sufre la tala de sus árboles y se asientan viviendas de dos pisos sin control urbano y los Quingos con sus 39 escalones construidos en 1955 son hoy la vía perfecta para el micro tráfico de drogas, consumo y tránsito de motocicletas; a pesar de estos desafueros hay memoria viva de los desfiles procesionales del patrono de Popayán, Santo Ecce Homo, que datan de 1717 y representan 300 años de rogativas de los fieles a su “AMO” protector y la tradición popular del obrerismo católico caucano celebra con gran devoción el 1 de Mayo desde 1945 con una espléndida procesión que cumple 73 años de feliz realización.
El Morro Tulcán es hoy un sitio predilecto para el paseo crepuscular de los residentes de los barrios de Popayán, pero la colina está erosionada, sus accesos son arbitrarios y el desaseo impera en su cúspide y la inseguridad amenaza a sus caminantes.
Las 43 hectáreas del cerro de Las Tres Cruces están siendo tomadas por “mejoratarios” sin control, 38 hectáreas son de propiedad de la Gobernación del Cauca y están a la espera de inversiones para la protección de este pulmón de la ciudad y así las comunidades podrían disfrutar de amplias zonas verdes para la recreación y la ciudad futura dispondría de aire puro para su sostenibilidad.
La galería del barrio Bolívar es caótica, se convirtió en central de mayoristas de productos perecederos y no perecederos, está cooptada por el narcotráfico, la prostitución, el contrabando, la venta del espacio público, etc.
¿Será entonces irreductible la tensión entre la ciudad blanca y colonial y la ciudad colorida e informal? No, pues esta es una querella mentirosa que sirve solo para análisis excluyentes de grupos de interés que no ven el bien común y solo trabajan por el interés particular.
Como se anotó, el PEMP-Popayán ha dado luces sobre qué hacer, no solo sobre qué pensar, y están en mora de ejecutarse las UGU, de protegerse los cerros tutelares y socializar adecuadamente el PEMP Popayán entre los residentes del sector histórico y de todos quienes deseen una vivienda digna que se integre con sus diseños, acabados y volúmenes al perfil, al cual apunta la ciudad histórica heredada con el cúmulo de servicios que ofrece, y que va más allá de la “arquitectura cajón” de hoy que se le propone a una ciudadanía no informada sobre el tema urbano y que está en proceso de pauperización.
Antes de vender sus viviendas caídas en el sector histórico, los ciudadanos debería saber que están en una zona clasificada como Bien de Interés Cultural, BIC, lo cual implicaría incentivos tributarios en el impuesto predial y en los servicios públicos por parte del Estado para promover la vivienda de calidad, no de lujo o “alta gama” en el centro histórico; asimismo debería ser beneficiaria de avalúos comerciales que no deprecien el valor del inmueble por la antigüedad, sino que se valorice por ser parte integrante de un BIC. Este es un sueño a compartir, esta es una demanda por una adecuada socialización del PEMP-Popayán, pues comunidades educadas e informadas serán las únicas que puedan alternar con un Estado indiferente y un sector inmobiliario interesado en comprar barato para vender castillos con una arquitectura de rejas, tapias, servidumbres y los muy populares muros del día de hoy.
No se ve una infraestructura urbana protegida, cuidada, mejorada, en el casco central, el descuido del parque de Caldas, sala de la ciudad, es evidente, como se aprecia en la fotografía.
Las tareas por hacer son múltiples, pero a nuestro juicio, las de orden educativo y cívico son prioritarias; la ciudadanía tiene que despertar para hacer historia en el tema urbano en la ciudad; sabemos que la planeación urbana puede ser ex – ante, o ex – pos en un territorio, como también puede ser original o asimilada de experiencias en otros lugares. Lo ideal es la planeación previa y propia construyendo entre ciudadanos el imaginario requerido para las circunstancias del momento. La tensión entre lo blanco y lo no blanco la romperían ciudadanos informados y con sueños colectivos, pues una ciudad no es la suma de retazos del individualismo imperante, y la ciudad debería ser el resultado de todos los quereres negociando pulcramente. ¡Qué difícil!
Construir un imaginario colectivo sí que es un desafío, pues hay que debatir con conocimiento formal e informal o de la vida, habrá que expresarse con respeto y concertar. Se propone entonces no re-editar el discurso eterno de la perfección blanca y del damero organizador, como no editar la tecnocracia desarrollista de la economía de mercado en cada esquina, con el interés fundamental en un comercio de todo a $1.000,oo.
El nuevo sueño debe partir de un principio urbano esencial recordando que es el ciudadano y sus actividades el protagonista, pero esto implica ordenamiento y regulación verdaderamente inteligente, con lo racional y lo emocional presente, con las estructuras físicas y sus usos debidamente concebidos.
Pareciera entonces que ese imaginario urbano payanés actual, en lo que toca al sector histórico, apuntará a crear entre todos una urbe «amañadora” para la vivienda cerca de la cultura y el sector servicios, sin arquitectura cajón, próxima a un gran parque tutelar, y lejana a la polución del desarrollismo industrial, donde la vivienda propia de calidad no sería una quimera, sino el derecho de una clase media a la prosperidad con rostro humano.
El PEMP-Popayán propone reavivar ocho Unidades de Gestión Urbana, (UGU), entre ellas la de Santo Domingo, como estrategia de renovación urbana.
Este sueño lo señaló el PEMP-Popayán desde 2009. No se ha construido. Los modelos educativos imperantes forman tecnócratas sin solvencia en los conocimientos no exactos de las llamadas “ciencias sociales” y la crisis valorativa de la ciudadanía dificulta la negociación e impera un, ¡Sálvese quien pueda!
Si el PEMP-Popayán señaló el mejoramiento residencial dentro del sector histórico y previó las amplias zonas verdes de los cerros tutelares, también indicó las amenazas al sector desde 2009; estas tampoco se han conjurado.
La amenaza para impedir la destrucción del patrimonio de la ciudad blanca se logrará organizando la Oficina Gestora del PEMP-Popayán, pero este recurso administrativo para la gestión del BIC no existe todavía.
La destrucción de la relación orgánica entre las viviendas y las llamadas galerías no se impidió, hasta el punto que la Central de Mayoristas de alimentos perecederos y no perecederos que funciona en las Carreras 3 y 4, entre Calles 8 y 13 y la galería del Barrio Bolívar se agudizó y este centro de distribución al por mayor de alimentos, hoy está cooptado por el narcotráfico, la prostitución, el contrabando, la venta del espacio público, el tráfico de alto tonelaje, presionando la emigración de los residentes del sector a otras áreas de la ciudad, con la pérdida del mercado campesino de calidad para los residentes del sector histórico renovado. La neutralización de esta amenaza tiene como requisito la construcción previa de una Central de Mayoristas de Alimentos por fuera del centro de la ciudad original, y este requisito urbano esencial no se auspicia a pesar de los más de 10 diagnósticos existentes desde 1978.
La promoción del turismo y la cultura para la creación de riqueza desde el centro de la ciudad, impactando positivamente a toda la municipalidad, tampoco se ha logrado; no se ve una infraestructura urbana protegida, cuidada, mejorada, en el casco central; tampoco se observa una planeación estratégica de largo plazo que integre la Secretaría de Turismo del Departamento del Cauca y la gris Oficina de Turismo del Municipio de Popayán, y no se observa una oferta turística que dinamice la ciudad los 365 días al año.
El sistema de movilidad en el sector histórico es otra limitante a su desarrollo y creatividad. Hay ausencia de parqueaderos modernos al interior del sector y a la entrada a la ciudad antigua. Algo tan obvio parece imposible en la ciudad colonial.
Así, mientras nada pasa y lo sobrediagnosticado no se ejecuta, los líderes de los extremos de la ciudad en tensión promueven sus visiones absolutas de perpetuar el pasado glorioso o destruirlo por la tecnocracia moderna para comprarlo desvalorizado y lucrarse con la pobreza de una ciudadanía que desconoce el tema urbano. El protagonista de la ciudad es el ser humano y su cultura, en la ciudad hay un conjunto de culturas y la arquitectura y el urbanismo deben estar al servicio de la gente. La ciudadanía debe reaccionar para influir en su desarrollo.
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