No contaron con su astucia

Por en diciembre 19, 2014

Por Gabriel Bustamante Peña (*)

Murió Chespirito, pero pasarán años hasta que América Latina entienda la magnitud de su legado, que es, nada más y nada menos, el haberse convertido en la contra-hegemonía del sueño (norte) americano y, especialmente, del modelo de héroe gringo. Modelo sutilmente destinado a vender desde Superman, hasta Batman, pasando por Rambo, o el hombre araña, a una nación donde surgen súper-hombres, súper-poderosos destinados a dirigir e intervenir en nombre de la democracia, o los derechos humanos a naciones subdesarrolladas y salvajes como las latinoamericanas.

Chespirito se burló de estos héroes de papel, sobre cuyas imágenes se lavaron los cerebros de millones, para que aceptaran con aplausos, y sin menor resistencia, las intervenciones de los marines norteamericanos, ya sea derrocando gobiernos, implantando dictaduras, estableciendo bases militares en nuestros territorios, o entrenando grupos paramilitares en nombre de la democracia amenazada por el comunismo.

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Y su mejor burla a estos íconos de barro y sangre fue la creación de un héroe que representara todo lo contrario a los robustos, fuertes, atractivos y todopoderosos héroes gringos: el Chapulín Colorado. Un chaparrito, debilucho, inocente y asustado personaje, que a pesar de sus temores y torpezas se enfrentaba al mal y terminaba triunfando. El mismo Gómez Bolaños lo diría “El heroísmo no consiste en carecer de miedo sino en superarlo (…) el chapulín colorado se muere de miedo, es torpe, débil, tonto, etc., y consciente de esas deficiencias se enfrenta al problema, ese es un héroe. Y pierde, otra característica de los héroes, los héroes pierden muchas veces, pero después sus ideas triunfan.”

El Chapulín fue creado en 1970, pero durante todos los años 80 y 90, el auge del héroe de las antenitas de bilín y el chipote chillón, a lo largo y ancho de América Latina, tuvo un impacto enorme en los millones de televidentes que, en medio de risas, destruyeron sin darse cuenta el imperio mental de los súper héroes norteamericanos, que no contaron con su astucia.

El éxito del Chapulín Colorado es que nos muestra tal y como somos, es un héroe real en tanto se parece física y culturalmente a nosotros. Lleno de problemas y debilidades, al final, gracias a su inventiva y su espíritu recursivo, sale avante de todo, como millones de trabajadores informales se enfrentaba día a día a los retos de esas calles hostiles para al final del día salir triunfante. El con su chipote chillón y otros con sus puestos de dulces, arepas o cachivaches.

El Chapulín conectó culturalmente a América Latina, que aprendió a burlarse de sí misma a partir de ridiculizar inconscientemente el imperio cultural norteamericano. Su astucia lo sintonizó con la malicia indígena, malicia que aprendió a desconfiar de las misiones humanitarias de religiosos y militares rubios en sus selvas y poblados, que desnudados por el Chapulín, nunca más serían el Superman gringo salvador.

Campesinos, negros, indígenas y mestizos, al fin encontraron un héroe donde mirarse al espejo, un héroe que no era foráneo, era propio. Un héroe que nos enseñó que el mayor miedo a vencer, era el miedo a ser nosotros mismos. Y fue esa ruta de deslindarse de los súper-héroes imperiales por la vía de la risa, la que luego prosiguió América Latina para implantar gobiernos propios y exigir su autodeterminación, en medio de debilidades, de torpezas, pero también de mucha astucia.

@bustamantep

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