Los delirios de Juan Pueblo
Por Eladio Solarte Pardo
-Don Juan: ¡A la carga! ¡pueblo unido jamás será vencido! ¡que a la Panamericana le construyan una variante por el Huila, por detrás de la cordillera occidental, por el mar pacífico o en últimas, le diseñen un túnel! ¡Arriba! la revocatoria de nuestra soñolienta y devaluada clase política!
– Pero ¿qué es lo que está diciendo, don Juan Pueblo? ¡Por Dios, cálmese, por favor! Hoy lo encuentro más alterado que nunca.
Don Juan: ¡Cómo no voy a estarlo! ¿Le parece poco que a cada rato nos tengan sitiados por arriba y por abajo? ¿quién puede explicarme por qué diablos siempre, como en el drama de la pasión, hay un mártir que termina crucificado y ese mártir siempre es Popayán?
– Por favor, don Juan, serénese en bien de la paz del Cauca y de Colombia… Con su batahola va a incomodar al Sabio Caldas, al señor arzobispo, a despertar al señor alcalde o espantar las palomas del parque…
-Don Juan: Mire señor, hoy si nos estamos entendiendo. Aquí somos tan ilusos, tan soñadores al creer que con cadenas de oración al espíritu santo, discursillos o floridas mociones a los amos del poder vamos a conseguir el reconocimiento de nuestros derechos vulnerados desde hace marras y ni qué hablar de nuestra clase política que, frente al problema, ha resuelto declararse incógnita.
– Tranquilícese, por favor, don Juan Pueblo que esto ya parece una manifestación pública o “marcha pacífica” y no demoran en llegar los vándalos… Déjeme decirle que todo este desbarajuste no tiene otra explicación que la ausencia de verdaderas políticas de Estado encaminadas a contrarrestar los graves males sociales que aquejan y arrinconan a muchísimos colombianos y que los mantienen al borde de la desesperación.
-Don Juan: Qué maravilla, seguimos entendiéndonos. En Colombia cada gobernante llega a defender su desteñido trapo rojo, azul, verde, amarillo o su demagogia, a proteger su tolda, su rebaño y echarle el agua sucia a su antecesor, sin asumir su propio compromiso. “Uribe, paraco, el pueblo está berraco”…
– Por favor, don Juan, mire que ya nos está rodeando el Esmad y no demora la tanqueta. Lo que usted dice es muy cierto. Las políticas de Estado no son trofeo de ningún directorio o colectividad política, gracias a ellas el Estado garantiza la continuidad en el tiempo y a través de los diferentes gobiernos de acciones y propósitos positivos e incluyentes. Ellas corresponden a pautas de manejo institucional claramente definidas y preestablecidas.
-Don Juan: Mire señor, por el manoseo politiquero que se le da a la administración pública, la continuidad de los programas nunca está garantizada porque lo que interesa, a toda costa, es ejercer la oposición y defender a capa y espada al cacique que los trepó allá encima. Mire señor, aquí se ha enseñoreado el manejo politiquero en la administración pública y ese es otro cáncer de nuestro agonizante país que, como el Cauca y Popayán van a morir de pie, como los árboles, pero sin batir las ramas… ¡No más Petro! ¡no más! …
-Ah ¡¡¡lo que nos faltaba!!! ¡mejor me retiro! ¡ya me están comenzando a afectar los gases lacrimógenos! ¡Suerte don Juan en esta hora aciaga… y que cambien la estrategia de la protesta porque ya nos tienen en la olla!
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