La luz de Roldanillo

Por en julio 29, 2014

Por Gloria Cepeda Vargas

Del 14 al 20 de julio de 2014, se realizó en el auditorio del Museo Rayo en Roldanillo, el décimo tercer aniversario del Encuentro de Mujeres Poetas Colombianas fundado en 1984 con la asistencia de siete participantes. Hoy, a sus treinta años de existencia, recibe a más de doscientas poetas venidas de todas las regiones del país. El Encuentro cumple a cabalidad con lo que se propone. Ahí se mezcla la identidad colombiana en su más pura esencia. Valles, llanos, altiplano y mares norteño y occidental, se desperezan sin temor. De principio a fin, la poesía femenina se adueña de las calles, las plazas, los sudorosos árboles del pueblo. El amor y el dolor de Colombia y sobre todo el tortuoso camino de los derechos femeninos y su terrible saga, adquieren voz propia y presencia combativa. “Aquí, en el Museo Rayo –dice Águeda Pizarro- hemos querido celebrar sin exclusiones la realidad de la expresión lírica femenina en Colombia, un país cuyo idioma es plural en su idiosincrasia y rico en afluentes verbales de diferentes orígenes. Aquí, en el Museo Rayo, priman el respeto por la diferencia y el reconocimiento de la hermandad dentro de esa diferencia”.

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El Encuentro que acaba de finalizar, contó con la participación de las comunidades indígenas guambiana y emberáchamí. Su poesía y su danza poblaron el recinto de collares, anacos y sombreros que parecen cosechados en alguna sembradura de niebla. Con las Cantadoras del Patía, el ritmo del Pacífico, vuelo de cununos y marimbas en una órbita desenfrenada donde la gestación étnica colombiana pregona mixturas melancólicas y desgarramientos implacables, se adueñó del recinto. La creación, desde hace veinte años, del círculo de Almanegras personificado en María Teresa Ramírez, Mary Grueso, Elcina Valencia y Lucrecia Panchano, da fe de la trascendencia de las comunidades afro en el reconocimiento del origen. Las Almadres, grupo integrado por las mujeres más reconocidas dentro y fuera del país: Meira Del mar, Matilde Espinosa, Dora Castellanos, Maruja Vieira o Marga López, entre otras, son exaltadas en forma permanente.

Ediciones Embalaje publica la obra de las ganadoras en los concursos anuales que promueve el museo. Antologías tan importantes como las realizadas por Julián Malatesta y Guiomar Cuesta y Alfredo Ocampo Zamorano, se nutrieron de los nombres y el material poético recabado allí. Éste, en alianza con Incoballet, ofrece talleres literarios, de pintura, grabado, fotografía, escultura, ballet y recitales especiales.

Exposiciones de valor universal como las de Beatriz González y Débora Arango, confirmaron la atención que Águeda Pizarro, directora del museo y Omar Rayo, el subversivo genial, fallecido el 7 junio de 2010, conceden al arte de la mujer colombiana. Obras de teatro y conferencias para el recuerdo como “La huella de la madre”, de la escritora caleña Cristina Valcke; “Blanca Varela”, recuento erudito y poético acerca de la trayectoria de la gran poeta peruana, realizada por Ana María Intili, escritora peruano-argentina y “Débora Arango”, magistral interpretación hecha por María Antonieta Gómez, de la vida y la obra de una de las pintoras más desconcertantes y valerosas del país. A esto habríamos de agregar el homenaje póstumo a Beatriz Castelblanco, almadre y sonetista consumada, las presentaciones de libros y exaltación de las poetas premiadas con edición en los concursos lanzados a lo largo de estos treinta años de vida por el museo con exclusiva carátula de Omar Rayo.Todo esto en el marco de los talleres de poesía dictados diariamente por Marga López, altísima voz de las letras de nuestro país.

Por razones de espacio, esto es solo un somero trasunto de esa trama compleja y rica que es el Encuentro de Mujeres Poetas Colombianas. Sueño de dos artistas visionarios al que ninguna institución cultural ni la mayoría de la crítica colombiana le han dado la importancia que merece y que debería figurar no solo como empresa artística de largo aliento con misión focalizada en la búsqueda de nuevas voces poéticas femeninas, reivindicación de las olvidadas o reprimidas y estudio de lo propio en voz propia. Es hora de obviar antiguas mezquindades y lesivas falencias culturales. El Encuentro crece en importancia y verdad. Por algo, en una de las paredes del museo, su fundador escribió: “El Museo Rayo es el producto de un delirio descomunal de muchos años, de la peregrinación por un desierto donde los oasis no existen”.

 

Publicada en la edición impresa del 25 de julio de 2014

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