El humor, fortaleza ante el conflicto: Pepón
Recordando al genial caricaturista payanés, quien dejó un gran legado.
Pie de Foto: José María López Prieto, Pepón.
El periódico La Campana, que vio la luz en octubre del año 2000 con las críticas caricaturas de Pepón, está hoy de luto por la partida de José María López Prieto, este gran payanés que dejó su impronta en importantes medios de comunicación colombianos, que a través de su particular dibujo retrataba la realidad colombiana con grandes dosis de humor y de crítica social y política. Sus caricaturas eran verdaderos editoriales.
Pepón, más payanés que la Torre del Reloj, hasta el último momento de su vida estuvo pendiente de su amada ciudad. A este genio del dibujo, amigo del también gran caricaturista Hernando Turriago Riaño, Chapete, lo sorprendió la muerte a los 77 años, el domingo 22 de mayo, en Sao Paulo Brasil, en donde, precisamente, había sido cónsul de Colombia y ahora viven sus hijas, a quienes visitaba.
Primer Salón del humor y la Caricatura
Para recordar al maestro del trazo, al periodista, al analista político, al orientador de opinión y al eminente payanés, el periodicolacampana.com hace referencia a una entrevista que publicó en su edición impresa el 21 de diciembre de 2001, con ocasión de un taller que les dictó a los niños de Popayán, el 28 de ese mes, en el marco del Primer Salón del Humor y la Caricatura.
Esa idea le venía rondando desde cuando era cónsul en Sao Paulo, Brasil, porque en una vecina y pequeña ciudad llamada Piracicaba, se desarrollaba un Salón del Humor Gráfico, en el que incluso, nuestro genial Pepón había participado antes de ocupar el cargo diplomático. No solo conoció de cerca el certamen, sino que encontró similitudes entre Piracicaba y Popayán: históricas ciudades intermedias con carácter educacional y universitario.
El Salón del Humor, creado por la alcaldía y por entidades universitarias de esa población carioca, se realizaba a nivel internacional y gozaba de gran prestigio. José María López Prieto, Pepón, también se percató de que ese evento movía el entusiasmo de la gente de Piracicaba. Entonces pensó que se debía montar en Popayán. A su regreso de Brasil continuó acariciando esa idea.
La iniciativa encontró eco en el entonces alcalde de Popayán, Diego Fernando Duque y en el director administrativo de Comfacauca, Juan Cristóbal Velasco Cajiao, quienes se entusiasmaron y emprendieron el proyecto, que contó con el apoyo del Ministerio de Cultura, a través de la viceministra, Martha Mercedes Castrillón.
Porque la sonrisa es el mayor gesto de paz
Se consideró que ante la situación de violencia en el Cauca y en el país, era imperativo “sonreír en medio del conflicto”. Ese fue el tema del primer Salón del Humor y de la Caricatura, que los payaneses disfrutaron en la sede del entonces Instituto Tecnológico de Comfacauca, hoy Unicomfacauca. La Alcaldía de Popayán convocó a los humoristas gráficos, caricaturistas y en general a todos los artistas en ese campo, a enviar obras que le permitieron al público caucano observar con buen humor y ánimo desprevenido, la situación de Colombia, del Cauca y del mundo en ese momento.
El proyecto de Pepón coincidió con el atentado terrorista del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, contra las Torres Gemelas.
“El mundo padeció junto a los norteamericanos, pero también vio cómo en los días posteriores se hizo la digestión de ese hecho y la gente tuvo la capacidad de asumirlo con humor, lo que disminuyó la tensión y, sobre todo, el odio y el resentimiento. Hoy nos burlamos de Bin Lade”, comentó el famoso caricaturista payanés.
La realidad en historietas
La guerra vivida por el país ha sido caricaturizada por los artistas gráficos, que emplean la sátira para hacer reflexionar. Sobre un ataque subversivo en la vereda Pueblo Nuevo, en Pensilvania, Caldas, Pepón publicó una serie de historietas que fue repartida en diferentes pueblos del país. Narró a través de su dibujo lo que sucedió en esa toma, en la que la guerrilla de las FARC saqueó la Caja Agraria, reclutó a niños y jóvenes y robó a la gente. Para llevarse el botín y a los reclutas, se apoderó del único bus que existía en el lugar, que hacía el recorrido entre el sector rural y la cabecera municipal. Cuando la guerrilla pretendió huir, la chiva no funcionó. Un guerrillero se percató de que le habían quitado la tapa al distribuidor. Con amenazas comenzaron a preguntar en dónde estaba el dueño del bus y quién tenía ese repuesto. Los pobladores guardaron silencio, a pesar de que sabían que se hallaba entre ellos.
Los sediciosos amenazaron con quemar el bus y empezaron a rociarle gasolina. De pronto, una maestra jubilada se coló entre la guerrilla y se subió a la chiva, desde donde gritó: “Si la van a quemar, que sea conmigo”.
Un subversivo mandó a bajar a esa “vieja loca”, pero los demás ciudadanos siguieron su ejemplo. La guerrilla no tuvo más alternativa que recoger la carga robada, echársela al hombro y emprender la fuga. “Cuando la gente se planta, el violento queda desarmado, dijo en esa ocasión Pepón.
“Hemos llegado a la conclusión de que el país necesita reír para disminuir los temores, de la misma manera que nos reímos de nosotros mismos para disminuir nuestra propia personalidad. Estoy seguro de que cuando el ogro se convierte en el payaso, la angustia se reduce. Cuando descubrimos que esas figuras horrorosas que producen miedo las podemos transformar en dibujos animados, como hacía Walt Disney, uno termina riéndose de esos personajes que pierden toda su importancia y su capacidad de intimidación”, decía Pepón.
En ese taller creativo, que les dictó a los niños de Popayán, el interés de Pepón fue estimular en ellos la creatividad, tal como lo hicieron sus padres, quienes le festejaban lo que hacía. Veía necesario rescatar esa tradición y patrimonio que tiene Popayán, como es el fino humor, el repentismo, la chispa, el gracejo. Todo esto, apuntaba el agudo caricaturista, la había salvado de muchas cosas tristes y a superar otras.
Como si estuviera haciendo un seguro y contundente trazo, señalaba que se debía recuperar el humor popayanejo porque ya no estaban los poetas que hacían epigramas, que soltaban chispazos, muchas veces cáusticos, que hacían juego de palabras y chistes de situación, característica que se debía estimular y proyectar a nivel nacional. Estaba seguro de que ese elemento, el humor, ayudaría al cambio de actitud que necesitaba el país.
Para Pepón, además de la Semana santa, de la que decía había que disfrutar su bella tradición artística y cultural, se necesitaba que Popayán organizara más eventos de cultura popular, que convocaran a la gente de todas las edades y condiciones, a fin de rescatar su identidad.
Anotaba, que el Festival de Música Religiosa era otro certamen de suma importancia, pero que había permanecido muy casado a la Semana Santa. Creía que si se hacía en otra época del año y sin el compromiso exclusivo con la música sacra, tendría otra proyección.
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