El hilo que une a Popayán y Santander

Por en julio 14, 2018

Columna de opinión Por: Juan Carlos López Castrillón

A principios del siglo pasado se empezó a hablar de una vía que uniera a todo el continente americano, desde Alaska hasta la Patagonia, «desde la paz del búfalo hasta las azotadas arenas de la tierra final», como diría Neruda. Se le denominó La Panamericana.

Esa idea hoy es una realidad, y excepto por el tramo del Tapón del Darién, una cinta asfaltada recorre sin interrupción por más de 48 mil kilómetros los países de la geografía americana.

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Sin embargo, esa ruta internacional se convierte en un embudo a la altura del Departamento del Cauca, y después de Santander de Quilichao y hasta Popayán, es la única posibilidad de comunicación terrestre entre Norte y Suramérica, más aún si se tiene en cuenta que la variante Cali – Suárez – Morales también desemboca en la mencionada carretera y limita las posibilidades de movilización, en un mundo donde la competitividad pasa por conectividad en todo nivel.

Para mejorar la situación descrita, en agosto del año 2015 se dio un enorme paso adelante al firmarse, con todos los bombos, marimbas, platillos y guasás, el contrato de ampliación a doble calzada de la vía existente entre Popayán y Santander de Quilichao.

Hace 36 meses se presentó esta inversión de 1.2 billones de pesos- para ser ejecutados en cuatro años- la cual generaría 6.000 empleos en una región de pocas oportunidades,  y de esa forma conseguir que esos 76 kilómetros de distancia convirtieran el delgado hilo que une a Popayán con Santander en una carretera moderna, que reduzca tanto el tiempo de desplazamiento como la alta accidentalidad que hoy se padece.

Pero de pronto, esta obra que es de lo más estratégico para Colombia, empezó a vivir dificultades.

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Desde que se firmó el contrato, la empresa escogida en licitación ha venido avanzando en el trámite de las licencias ambientales, concertando  con las comunidades, adquiriendo los predios que se afectan y buscando el cierre financiero con la banca. El inicio de las obras ha sido anunciado y aplazado varias veces por funcionarios y contratistas.

Son entendibles ciertas circunstancias, pero lo que no sería justo es que de pronto, como se dice en algunos círculos bien enterados, exista una operación tortuga en curso para desarrollar una consulta previa que falta, dando con ello tiempo a que se resuelvan los problemas judiciales de uno de los socios de la firma contratista, pues si llegase a suceder que todo esté listo para el acta de inicio y la plata de los bancos no aparezca por la referida situación de orden legal, se agotarían los tiempos y tendría que ser caducado el contrato, lo cual implicaría un caos jurídico y la parálisis del proyecto.

La solución es que los implicados en las dificultades, o bien las resuelvan prontamente y todos felices, o cedan la parte que les corresponde como socios a otra empresa que cumpla con las mismas calidades exigidas.

Al parecer ninguna de las dos alternativas es fácil, primero, porque no se pueden prever los tiempos de las investigaciones en la fiscalía, y segundo, por las presuntas pretensiones económicas que hay de por medio en la opción de ceder el contrato.

Sin embargo, escuchamos de nuevo una voz oficial que dice que en agosto de este año se podría dar inicio a las obras. Ojalá y así sea, de lo contrario el nuevo gobierno debe entrar a lidiar con este problema y encontrar una solución pronta, que no aplace indefinidamente la respuesta a esta necesidad sentida de la infraestructura nacional.

De lo poco que une a Popayán con Santander de Quilichao y el norte del Cauca – en términos físicos, políticos y económicos – es esta carretera. Su transformación a doble calzada se convierte en un símbolo de progreso. Cada mes de retraso en su inicio siembra muchas dudas.

Pdta: terminemos también con unas palabras de Neruda, propicias para estas tierras: “Entrégame silencio, agua, esperanza. Entrégame lucha, acero, volcanes.”

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