El drama de Popayán
Pero la Popayán del tercer milenio, inmerecidamente, es una ciudad caótica, manejada manga por hombro, con una rezagada clase de poder que tantas veces trata con desdén al ciudadano común y corriente.
De las ciudades capitales colombianas, Popayán es la más privilegiada. Hace 200 años pintaba para ser una grande de América, por ello fue asiento de hechos trascendentales que le dieron lugar excepcional en la historia. Ha producido número envidiable de presidentes y otros tantos próceres. Hoy es víctima de su propio invento, por cuenta de quienes se consideraron amos y dueños de la ciudad, estancándola en esa historia, lastre que poco sirve a la gente.
Popayán está ubicada en la zona Andina, cerca al mar Pacífico en un hermoso valle. Bañada por el río Cauca, es el punto medio entre Bogotá y Quito, con envidiable clima primaveral. A mitad de año tiene un agradable verano que calienta, pero no sofoca. Topográficamente no tiene mayores accidentes, es más bien plana, con un facilista diseño cuadriculado. Cuenta con menos de 300 mil habitantes (265.000, censo 2005). Cerca tiene el acompañamiento posmoderno de Cali y fabulosas despensas de alimentos de sus vecinos agrícolas como El Tambo, Timbío, Silvia y Piendamó, de allí el gran surtido en mercados a precios competitivos.
En el Siglo XXI es una ciudad portátil y manejable a diferencia de otras, más complejas, complicadas e ingobernables. Con un sector de gente valiosa (franja naranja), debería ser urbe piloto, la de mostrar, con gran facilidad para tener modelo de gobierno. Pero la Popayán del tercer milenio, inmerecidamente, está distante de eso. Hoy es una ciudad caótica, manejada manga por hombro, con una rezagada clase de poder que tantas veces trata con desdén al ciudadano común y corriente. Con ostentosos parlamentarios que nadie sabe como salen elegidos. Sus responsabilidades inciden en el avance o atraso de la ciudad. Políticos magos para enredar a la opinión sobre sus gestiones y supuestas “megaobras”.
Tal vez si no fuera por su interferencia, y de otros sectores similares, podría decirse que con esas condiciones inmejorables, gobernar Popayán sería casi “juego de niños”. Pero no, los indicadores de progreso, desarrollo humano y calidad de vida dicen otra cosa. Está a la vanguardia en desempleo y miseria. El Cauca con el peso de Popayán, ocupa primeros lugares en drogadicción, suicidios, prostitución infantil y mortalidad materna. Tiene un transporte público carísimo y defectuoso. Y que decir de la deficiente cultura del servicio y la falta de identidad. No se ha construido marca de ciudad (hay un frío logo con tipografía esvástica que no comunica).
Preocupa el conformismo obligado, producto del maltrato histórico a las clases populares. Aristócratas y “poderosos” viven de loas y adulaciones, cultivando resignación, servilismo y resentimientos. Lamentablemente persisten algunos especímenes que se creen más que los demás y miran por encima del hombro. Evidencian cierta homofobia y exclusión. No han aceptado que la ciudad es una diversidad, donde más del 70 por ciento ya no serían “patojos” (nacidos en Popayán con padres y abuelos, ídem). Ni siquiera el alcalde de la ciudad y el gobernador del Cauca nacieron allí. Han sido muchos empresarios nariñenses quienes han contribuido al desarrollo, empezando porque el mayor inversionista en medios de comunicación es industrial “pastuso”.
La Semana Santa su magnífico evento central, Patrimonio Intangible de la Humanidad, tiene pocos visitantes foráneos, ha caido en la monotonía con ferias del rebusque. Por esa época, la ocupación hotelera promedio llega a un 70 por ciento y apenas hay un poco más de 3.000 camas. Con su espectacular belleza colonial, en el sector histórico no se ha explotado una línea de turismo, los visitantes son esporádicos. La ciudad fue subsede de Juegos Nacionales, pero pasaron sin pena ni gloria, con precarios logros y calamitosa organización. Los escenarios deportivos a costos multimillonarios se construyeron en los extramuros. Están abandonados, sin uso y devorados por la naturaleza.
Uno de sus mayores problemas es el espacio público y la movilidad, talón de Aquiles de la Alcaldía. En una urbe portátil y con tantos privilegios para administrarla, no puede permitirse se salga de madre. Se expone fácilmente al Alcalde a revocatoria, por el gran descontento ciudadano. En medio de las iniciativas por revocarlo, no hay acuerdo ante la falta de un liderazgo estructural, hay muchos miedos ante caciques apoltronados como dueños de la ciudad, con capacidad intimidatoria. El alcalde, sus secretarios y concejales, se fijan odiosos privilegios de movilidad y uso del espacio público, dando pésimo ejemplo a la comunidad. Luego sin ninguna autoridad hablan de la necesidad de programas de Cultura Ciudadana, cuando son los primeros en no ejercerla.
Atropellando, la alcaldía persigue con fiereza a humildes campesinos, indígenas, a los de ruana que rebuscan vendiendo frutas, evitando delinquir. Pero promueve la invasión del espacio público del peatonal Parque Caldas con camiones, maquinaria pesada y todo tipo de carros, por parte de grandes consorcios, estimulando la venta de más autos que no caben en la ciudad. El Alcalde Francisco Fuentes como candidato firmó el “Pacto de Ciudades Sostenibles”, hoy ni se acuerda y a lo mejor ni le importe, actuando de forma contradictoria. Parece que como buen comerciante el mejor negocio ya lo hizo.
Injusto que Popayán y su gente tengan ese trato. El país se escandaliza con lo ocurrido en Yopal, pero nada se dice de Popayán con 476 años de historia. La problemática es más grande, siendo esto un abrebocas sin tener en cuenta aun resultados del programa “Popayán como vamos”. Y puede empeorar. Los gobernantes y políticos responsables se reciclan, haciéndose elegir. Hábilmente alimentan ese círculo vicioso de la precariedad y la necesidad de subsistir, lo cual manejan al dedillo antes de elecciones, “consintiendo” líderes, con palmaditas, regalitos y buena dosis de demagogia, mientras la mayoría no participan, allanando el camino para los mismos de siempre. Que pena con la ciudad que podría ser la más maravillosa del país, pero por unos cuantos hoy está en crisis. ¿No será la hora de la indignación?, al menos al momento de elegir.
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