Disminución de polinizadores ponen en riesgo cultivos colombianos
Los principales cultivos de exportación colombianos y para consumo interno están en manos de los polinizadores.
Según Brigitte Baptiste, directora general del Instituto Humboldt, integrante del Panel de Expertos de la IPBES y autora de este artículo, explica las posibles consecuencias y soluciones para Colombia, ante la advertencia de la ONU por inminente disminución de polinizadores, indispensables para la agricultura y flora mundial.
Según el Convenio de Diversidad Biológica (CDB), el país debe diseñar e implementar una estrategia y plan nacional para conservación de polinizadores, servicios de polinización y uso sostenible.
Dice la autora del artículo en mención, que los sectores productivos y el bienestar social y económico de los países están sujetos a los servicios ecosistémicos derivados de la diversidad. Colombia, por su ubicación y características geográficas, depende más que otras naciones de la salud de sus ecosistemas.
Entre los principales cultivos colombianos de exportación dependientes de los polinizadores silvestres, están el banano, el cacao, la palma aceitera, el café y muchas flores; mientras en la producción de consumo interno sobresalen frutales como los cítricos, el mango, el chontaduro, el aguacate, la papaya, el maracuyá, la guayaba y la guanábana.
La producción de cacao, considerado como “el cultivo de la paz” por Fedecacao y el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, depende por completo de un mosquito propio de las selvas tropicales, por lo cual el diseño agroecológico de los cultivos para mantener su hábitat constituye el factor más importante para garantizar volumen y calidad en la producción.
Por lo tanto, un colapso de los servicios de polinización traería crisis alimentaria, reducción de ingresos comerciales del sector agropecuario y pérdida de competitividad, con todas las consecuencias sociales que esto implica. Y es que según la Evaluación de los Ecosistemas del Milenio, la polinización, entre otros servicios, regula la producción de una considerable porción de los alimentos del mundo y le aporta millones de dólares, función que no es reconocida por los sistemas de contabilidad financiera.
Indirectamente, sin la polinización adecuada o su disminución sustancial, tampoco hay regeneración de la vegetación natural y la inmunidad de los ecosistemas se deteriora con riesgos adicionales para el bienestar humano, por ejemplo, bosques empobrecidos susceptibles a las plagas y sin posibilidad de regulación climática e hidrológica.
Según informes, el 70 % de los principales cultivos alimenticios para los seres humanos incrementa la producción de frutas o semillas con polinización animal. El valor monetario de esta contribución se estima en 153 billones de euros al año a nivel global, lo cual representa alrededor del 9,5 % del valor total de la producción de alimento.
Entre animales polinizadores están, por ejemplo, las abejas melíferas, de origen europeo, que constituyen solo una de miles de especies dentro de la diversidad de polinizadores y sistemas de polinización. Existen entre 25.000 y 30.000 especies de abejas silvestres que, junto con polillas, moscas, avispas, cucarrones y mariposas polinizan la mayoría de plantas florales.
Muchos vertebrados también son fundamentales en la polinización: murciélagos, mamíferos no voladores (varias especies de monos, roedores, ardillas, olingos y cusumbos) y aves (colibríes y loros) contribuyen sustancialmente a la economía alimentaria del mundo y al mantenimiento de los procesos ecológicos de los que dependemos.
Sin estos polinizadores la humanidad perdería uno de cada tres bocados de comida que consume, de ahí la necesidad de mantener la diversidad de plantas y polinizadores para asegurar la variedad de alimentos, incluso la carne, puesto que forrajes como el trébol y otras leguminosas también requieren polinización para producir semillas.
Los factores que amenazan a los polinizadores incluyen la pérdida y fragmentación de hábitat naturales; disturbios causados por el uso incrementado de pesticidas y herbicidas; dominancia de monocultivos; propagación de patógenos, virus y parásitos por prácticas productivas y comerciales; introducción de polinizadores y plantas no nativas que generan competencia desfavorable y, finalmente, el cambio climático.
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