¿De derecha o de izquierda?
Por: Juan Carlos López Castrillón
Colombia vive un debate político de una alta intensidad emocional, no sentida desde hace muchos años.
La disyuntiva que nos quieren vender, es que estamos escogiendo entre candidatos de derecha o de izquierda; y se alteran los ánimos cuando nos dicen que existe el peligro de expropiaciones a montón o que harán trizas el acuerdo de paz y volveremos a la guerra.
De pronto nos hemos sumido en la discusión anacrónica de lo que significa ser ideológicamente de derecha o de izquierda, tema que se remonta a los tiempos de la Revolución Francesa (1789), cuando en la Convención Nacional los Jacobinos – diputados radicales que lideraban la primera rebelión burguesa exitosa de la historia – se sentaban a la izquierda del recinto; y su contraparte, los Girondinos – que eran mucho más moderados y tradicionalistas – se ubicaban en los escaños de la derecha.
Con el transcurrir de los tiempos esa definición se fue volviendo una impronta para los que propendían por la construcción de sistemas socialistas o comunistas en contra del capitalismo vigente, a quienes se les denominó de izquierda, y por contraste a los que estaban más por la perseverancia de lo establecido, con asomos de algunas transformaciones moderadas, fueron llamados de derecha. Era la época cuando el pensamiento y ejemplo de Marx, Lenin, Trotsky, Mao, Fidel y el Che se convirtieron en una alternativa política y los ejes fundamentales de su ideario tenían que ver con la abolición de la propiedad privada y la dictadura del proletariado.
Todo ese esquema se derrumbó con la caída del muro de Berlín y la crisis económica y de derechos humanos que explotó en todas las latitudes donde existían esos estados. Los rezagos que hoy quedan son una simbiosis de neoliberalismo económico con partidos hegemónicos de corte socialista. Pero es claro que la humanidad no caminará fácilmente de nuevo hacia modelos totalitarios, como el fascista al estilo nazi o de los sistemas comunistas que eliminaron las mínimas libertades en nombre de una revolución.
La historia viene dejando atrás tanto a los regímenes de izquierda como de derecha que han sido igual de sanguinarios para reprimir las libertades de los opositores y las minorías. Las democracias, con todas sus imperfecciones han avanzado y pese a todo, países como Cuba y Venezuela pronto dejarán atrás sus actuales modelos políticos, al igual que pasó con decenas de ejemplos parecidos en muchas partes del mundo.
Creo que todos estamos de acuerdo que es mejor vivir sin ataques terroristas, secuestros y limitaciones de acceso y trabajo en zonas rurales; también debemos coincidir en que la ley debe ser para todos y que debemos proteger a quienes generan empleo y desarrollo social; igual, que hace falta trabajar más en cerrar las brechas de la pobreza y la inequidad; todos queremos mano dura contra el crimen y la ilegalidad; también exigimos respeto por las minorías y tolerancia con los que piensan distinto, del mismo modo que queremos un Estado que trabaje de manera eficiente por el bienestar de las personas, la equidad, la protección al medio ambiente, la seguridad física y jurídica, la calidad de la educación, la protección a los derechos de los humanos y los seres vivientes, etc.
Ese inventario está hecho y la inmensa mayoría de los colombianos lo compartimos. Entonces, es mucho más lo que nos une que aquello que nos divide. En conclusión, lo que no puede volver a pasar es que la gente se mate por un color o una denominación partidista y lo que sí nos debe importar es seguir avanzando hacia una organización estatal que haga las grandes reformas aplazadas en seguridad social, justicia, salud, educación, representatividad política, entre otras, todas las cuales se pueden resumir en una sola frase: generar más igualdad de oportunidades.
Si conseguimos eso, los más de 220 años de lucha por la democracia habrán válido la pena para todos los herederos de los Jacobinos y los Girondinos.
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