Arepas HR, más que un emprendimiento es una historia de vida

Por en mayo 24, 2018

Por :Ángela Arce Sánchez

Un joven va entrando a la facultad de Ingeniería Civil de la Universidad del Cauca, comienza a caminar tambaleándose de lado a lado, sin que se pueda sostener. Los estudiantes lo ven y pasan de largo, lo dejan solo. Unos minutos después, llevan a Pierre Rojas Figueroa al hospital.

-Se escribe P-R

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– ¿Cómo?

-Ven te lo escribo. P-I-E-R-R-E

Hoy es martes y Pierre está en la casona del pueblito patojo. Todos los lunes, martes y jueves asiste a los talleres de emprendimiento dictados por la Alcaldía de Popayán. Su voz es ronca, un poco grave, es tímido y habla poco. Pelo negro, 27 años y camina con muletas.

El Centro de Empleo y Emprendimiento de Popayán, que está ubicado en la Casona del pueblito patojo, brinda asistencia técnica y capital semilla a emprendedores de la ciudad, su tarea es capacitar a los interesados en la construcción del modelo de negocio. Desde la línea de Emprendimiento se enfoca en promover la cultura de innovación mediante herramientas metodológicas que faciliten la creación y fortalecimiento de unidades y proyectos productivos.

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– ¿Por qué quisiste emprender?

-Porque no me quería sentir inútil. Dice Pierre, decidido.

Pierre tiene una empresa de arepas precocidas -Arepas HR. Desde el 2016 comenzó con la industrialización. Hoy las vende con mantequilla, con queso, tipo tela y las que acompañan el consomé.

-Mi papá tenía la producción, era algo muy básico.  En el 2015 ingresé a la universidad, estudiaba ingeniería civil. Tenía dificultades, intentaba canalizar la situación para no estar con estrés y evitar una recaída.

– ¿Y entonces?

-Le planteé a mi papá la idea, fui al banco, yo ya tenía un historial crediticio, así que compré la maquinaria. Sentí que podía hacer algo.

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-¿Y te imaginas de ingeniero?

-No, no me imagino siendo ingeniero.

Pierre iba camino a la decanatura, cuando sintió dolor de cabeza, ardor en los ojos, no podía caminar y veía borroso. Sufre de hipertensión.  En esa recaída, la secretaria lo vio muy pálido, mientras hacía señas como si estuviera pidiendo ayuda, así que llamaron a la enfermera. Cuando ya no sabían qué hacer, llegó un ingeniero y lo llevaron cargado a Saludcoop, allí estuvo hasta que se estabilizó.

– Yo era terco, seguí estudiando, tenía notas bajas y cuando los profesores se daban cuenta, me decían que me podían calificar aparte, pero en los parciales siempre terminaba mal, me desestabilizaba. Me dijeron que para qué servía un cartón si me iba a morir, que tenía que pensar en mi futuro, debía vivir obligatoriamente en un lugar donde hubiese un hospital de nivel III de complejidad, analicé y supe que no podía seguir así.

-¿Cuánto llevabas estudiando?

-Estaba en octavo semestre.

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El psiquiatra lo vio y le dijo que había muchas posibilidades si seguía estudiando, morir era una de las mejores opciones, porque también podría quedar postrado o como un vegetal. Los médicos le dijeron a su familia que no podía más, que debía parar. Pero Pierre es el hijo mayor y creía que sus padres esperaban recibir pronto ayuda económica de él, por eso comenzó a pensar en la idea de las arepas.

El 20 de diciembre de 2015, un grupo de niños con síndrome de down visitó el hospital donde estaba Pierre, sonrientes repartían picos. En ese tiempo Pierre pensó en el individualismo, en las necesidades y en él. Hacía chistes a menudo, solía apodar las sillas de ruedas con marcas de automóviles lujosos: lamborgini o Ferrari, también les decía a las enfermeras que en las mañanas iría a trotar, cuando no podía moverse.

-Me Salí de la U y bueno, nos comenzó a ir bien, compramos maquinaria y cierta infraestructura. Ya podemos abrir rutas a Timbío yPiendamó. Ahora estoy haciendo planes para comprar otro trasporte, porque con el que tenemos no es suficiente- asegura Pierre.

– ¿Y te gusta?

-Sí, soy más feliz, disfruto lo que hago, me paro a trabajar, es un tipo de terapia. Me hace sentir útil, que sirvo para algo y no soy una carga, me sostengo económicamente. Ahora estudio Administración de forma virtual.

En un día, Pierre vende seis arrobas de maíz, es decir: 80 paquetes de arepas con queso, 30 de mantequilla, 50 de tela y 20 o 30 para el consomé. A lo largo de su recorrido ha generado varios empleos para chicos drogadictos.

Pierre toma sus muletas para salir del establecimiento. Camina despacio. Los niños en el hospital, la enfermedad y las recaídas le enseñaron a defenderse.

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