Ana Silvia Secue Pequi, dejó el “susto amarrado” y se rebeló contra sus autoridades
Líder indígena nasa en desacuerdo con invasiones y propiedad colectiva de la tierra.
Hace varios años, Ana Silvia Secue Pequi, una mujer indígena, por cuyas venas corre sangre nasa y guambiana, se rebeló no solo contra las autoridades tradicionales indígenas, sino contra su propio padre, Miguel Ángel Secue, uno de los fundadores del Consejo Regional Indígena del Cauca, CRIC, y actual integrante del mismo.
Con motivo del mes de la mujer, La Campana dialogó con esta maestra, que libra una dura batalla en representación de la mujer indígena para reclamar sus derechos dentro de las comunidades y sacudir el yugo que, según ella, les han impuesto sus dirigentes. Es frentera, llama a las cosas por su nombre, por eso dice que el “susto lo dejó amarrado”. No está de acuerdo con la propiedad colectiva de la tierra, porque cree que los indígenas deben ser propietarios y dejarles herencia a sus hijos. Dice que la mujer es víctima de violación, sin importar que sea niña, joven o adulta.
Como ha sido víctima de golpizas y atentados contra su vida, cuenta con un esquema de seguridad de la Unidad Nacional de Protección, que para sus allegados es insuficiente.
La Campana: ¿Cuál es la situación de la mujer indígena en el Cauca?
Ana Silvia Secue Pequi. Históricamente la mujer indígena en las comunidades no ha sido valorada, ella es para formar hogar, dedicarse a los servicios domésticos, no puede salir adelante intelectualmente, no tiene libertad para tomar decisiones.
Cuando empecé a salir, a recibir capacitación como secretaria de Junta Comunal, después como maestra y ahora como líder indígena, vi que está subyugada, obligada a permanecer en su territorio. Ese parecer lo han reforzado los grupos ilegales a través de la formación política a las comunidades indígenas, diciéndoles que no pueden perder la esencia ancestral, para que sigamos nosotras con una cultura estancada, porque lo que llaman ancestral se lo inventaron unos antropólogos contratados por el CRIC.
Entonces, empecé a ver la problemática. Fui ante una autoridad tradicional indígena y le dije que quería ir a la universidad; no, me respondió, porque para las mujeres no hay colaboración, sino para los hombres que son los líderes que tienen que continuar con el proceso organizativo indígena, porque las mujeres se nos desvían, dejan la responsabilidad y abandonan su hogar.
Al escuchar esas palabras pensé, cómo así si las mujeres somos responsables, y si yo me capacito y hago una carrera es para el bien de mi familia y de mi comunidad, ¿cómo me van a negar un aval que pedí para estudiar una licenciatura?
Sentí un terrible rechazo, me ofendieron en mi dignidad. Entonces, me fui a mi casa y comencé a hacer asambleas y le pregunté a mi gente, a la comunidad indígena de la vereda Jerusalén, de Santander de Quilichao, en donde vivo: ¿Ustedes se acuerdan cuándo empezó el proceso indígena? Sí, me respondieron, comenzó con las invasiones y el que lo dirigía era su papá, él estaba siendo preparado por otros. Entonces, empiezo a recordar lo de la niñez que lo tenía dormido, oculto. ¡Claro! Mi papá con los grupos ilegales como el M-19, las FARC y el Quintín Lame. El M-19 fortaleció mucho al Quintín Lame, como ejército indígena para cuidar los resguardos.
Mi mente da unos vuelcos tremendos y digo: Entonces estamos engañados. Inmediatamente hago otra asamblea y le digo a mi comunidad, qué pena, no sé qué irá a pasar, pero quiero saber quiénes son los valientes, porque aquí hay algo escondido que estoy viendo y que se debe sacar a la realidad. Y es que mi papá sí estuvo sentado con esa gente. Miguel Ángel Secue es todavía un indígena luchador, me gusta eso y lo respeto porque él creó los cabildos y los organizó a nivel nacional, tiene voz de convencimiento, él habla hoy en una comunidad en donde no hay cabildo y al ratico ya lo está nombrando. Qué rico que el proceso indígena hubiera nacido de nuestras preocupaciones, de nuestras necesidades, pero no fue así. El CRIC, la ONIC y el señor Pablo Tatay, han sido el motor del proceso indígena desde que yo era niña.
Ese proceso indígena nació en el año 1964 con las FARC, grupo que empezó a buscar a esos líderes despiertos y si no estaban despiertos, a moverlos, porque había que tomarlos para poder sacar un proceso adelante, y ellos venían atrás. Se inició el proceso de concientización de lo propio, de organizaciones de autoridades indígenas, de conformación de resguardos. En mi casa paterna se hacían todas las reuniones.
L.C. Si su papá es del CRIC y usted se opone a sus directrices, ¿qué relación tiene con él?
A.S.S.P. Yo era y sigo siendo la niña mimada de mi papá, a pesar de que él está allá y yo estoy en otra confrontación. Él dice que el amor que siente por mí es tan grande, que resiste eso, y que me felicita, porque como mujer indígena entendí que no solamente es mantenerse subyugada a algo que no me gusta, sino que rompí esas barreras y salí adelante, que soy la única de sus ocho hijos que lo ha hecho. “Eso que usted está haciendo me gusta, porque era lo que yo quería, que nosotros organizáramos a las comunidades para defender nuestros derechos, pero me equivoqué”.
Mi papá pensó que la capacitación de los grupos subversivos la iban a tomar los líderes indígenas para el bien de la comunidad, pero vio que eso se volvió ambición y corrupción. Me dice que es muy triste la situación, pero que ya no se puede hacer nada, que lo único que hay que hacer para rescatar el proceso indígena, es lo que yo estoy planteando para que las comunidades sean democráticas, cívicas, colaboradoras, solidarias, que estudien, que salgan adelante, que sean profesionales y que esa será la única manera para que podamos tener un proceso organizativo que beneficie a la sociedad, porque el que llevamos se salió de los enfoques y la mujer indígena no ha sido tenida en cuenta, dice mi papá. Él antes pensaba distinto.
L.C. ¿Qué le dice su mamá?
A.S.S.P. A ella le tocó atender a todos esos cabecillas en su casa, muchos de los que están en Cuba. Mi mamá es feliz cuando me oye. Me dice, mija hágale, que hay que derribar toda esa sinvergüenzada de su papá.
L.C. ¿Cuándo empezó usted a pensar distinto?
A.S.S.P. Comencé a despertar cuando tenía 20 años y me pusieron de secretaria de la junta comunal, en donde hacía también de presidenta, porque el titular decía que no entendía nada y me enviaba a las capacitaciones de psicología, de secretariado, de cómo tener una junta activa y eso me fue llamando la atención. Me di cuenta de que la junta podía hacer proyectos, así fueran pequeños, y se me despertó ese interés. Pensé, ¿por qué los cabildos que están organizados no les dan nada a las juntas comunales? Investigué y confronté en la asamblea. Les pregunté: Señores del cabildo, ¿por qué a nosotros no nos llegan proyectos? Me respondieron que el gobierno les daba muy poquito y no alcanzaba, que por eso había que organizar una marcha y tomarse las vías, pues era injusto que el gobierno quisiera acabar a la minoría. En cada asamblea lavan el cerebro hasta hoy, en las asambleas nunca dan buenas noticias a la comunidad, nos dicen que el gobierno, cualquiera que sea, nos quiere acabar, que nos está quitando los recursos, que nos odia, que no quiere que sigamos organizados, que nos quiere imponer una educación de otros países y quitarnos nuestra cultura, entonces toda la gente comienza a gritar, que acabemos con el gobierno.
L.C. Según lo que usted dice, parece que existiera resentimiento en la comunidad indígena. ¿Es así?
A.S.S.P. Sí. En los resguardos indígenas hay mucho odio, desde los niños que están en el vientre y eso no debería ser, porque el niño indígena de hoy, es más violento. Ya las confrontaciones no son entre adultos, sino de niños con adultos, lo que es muy preocupante.
L.C. ¿Cómo la consideran las autoridades a las que se opone?
A.S.S.P. Cuando yo digo una verdad en una asamblea, dicen que soy un peligro para el proceso indígena, en ese momento me da susto, pero pienso, ¿cómo así que soy un peligro, si solamente reclamo que nos tengan en cuenta, que nos den proyectos, que la gente esté ocupada, que el niño se eduque mejor, que sus escuelas estén adecuadas, que los maestros sean capacitados. Por eso pedimos maestros licenciados, pero el cabildo dice que no. A la junta comunal de Jerusalén, por ejemplo, la Secretaría de Educación del Departamento le exige el aval del gobernador del cabildo, porque afirma que sin ese requisito no puede autorizar contratación de maestros.
Como digo lo que pienso, me amenazan con castigarme por grosera, ya me han golpeado y han atentado contra mi vida. Les pregunto a las mujeres, a las madres que tienen bebés, que si vamos a seguir trayendo hijos para que sean esclavos de los mismos indígenas. Me responden, ¿cómo así profesora? No entendemos, les argumento, miren lo que está pasando, soy maestra y también fui esclava, pero no quise seguir siéndolo.
Les hice ver que no tenemos nada, ni un hogar infantil para atender a los niños pequeños que tienen hambre y no les dejan consumir la bienestarina, pues el cabildo dice que el CRIC ha dado esa orden porque vuelve estériles a las mujeres. La bienestarina la botan o se la dan a los animales.
L.C. ¿Cómo se hacen los censos en las comunidades indígenas?
A.S.S.P. Hay ambición de censar a la gente, porque entre más población indígena se tenga, más presupuesto de Planeación Nacional reciben. A la comunidad de la vereda Jerusalén, ni siquiera la invitaron a una asamblea, a debatir, ni le preguntaron si se quería afiliar al CRIC, el cual ha invadido no solamente nuestra convicción, sino cómo pensamos y cómo queremos ser, en especial a las mujeres.
Hay mestizos que para sacar provecho de los beneficios indígenas se censan. Les dan un pedacito de tierra, y esos son los que salen a bloquear la vía. Los gobernadores les dicen a otros cuantos que se censen como indígenas, que la salud es buenísima, pero no les cuentan que la cobran y que hay becas para el estudio de sus hijos, por supuesto que hasta personas de ojos azules aparecen en los censos, que desde luego crecen y lo presentan al Ministerio del Interior, al que le dicen que son cinco mil familias que no tienen tierra, que ya no caben. Mentira, porque esas familias que suben el censo no viven allá, sino en los pueblos y en las ciudades y no son indígenas, y como el Ministerio del Interior es otro sinvergüenza que no hace veeduría, ni seguimiento, no evalúa, no revisa, que lo debería hacer, accede a las peticiones, porque los pobrecitos ‘indígenas’, ya no caben y hay que darles más tierra. Si no lo logran por las buenas, entonces taponan la vía, lo hacen los que más tierra tienen, y a otros que no la tienen, se los llevan con mentiras.
L.C. ¿Usted por qué habla de la Constitución y las leyes?
A.S.S.P. Porque me asesoró un profesor en Constitucional, le pregunté muchas cosas sobre las leyes. Me dijo que la Constitución Política nos favorece, pero que también tenemos deberes. Yo estudiaba en Cali en la Universidad del Bosque una licenciatura y cuando la iba terminando, el cabildo, para dañarme mi profesión, me dejó siete meses sin pago y le dijo a la Secretaría de Educación que me tenía que echar del trabajo. No me pagó, me trasladó al monte, a la boca del lobo y no acepté. Era maestra municipal, sigo siendo profesora de mi vereda, pero sin sueldo, por eso no pude seguir estudiando.
Me di cuenta de que los cabildos y las organizaciones indígenas no son lo que dicen ser, y yo que vivo allá, prefiero que me maten, pero me voy a morir hablando. Eso se lo manifesté al doctor de la Secretaría de Educación, le agregué que él era cómplice, pero que me había ayudado a abrir los ojos y que algún día nos veríamos, cuando yo saliera adelante con mi proceso. Para no alegar, no volví, pero sigo siendo maestra sin sueldo.
L.C. Usted hace una diferenciación entre indígena e indigenista. ¿Cuál es?
A.S.S.P. Hace como un año me regalaron en Bogotá una biblioteca de $127 millones con libros maravillosos de todos los países, diccionarios con conceptos amplios, me fascina esa lectura. Busqué los significados de indígena e indigenista, comunista, socialista. La palabra indigenista significa que una comunidad indígena adopta unas culturas que no son propias, como si lo fueran. De indígena dice, es aquella comunidad que está intacta y que busca cómo ir escalando, cómo fortalecer mejor su cultura y va evolucionado para bien de su sociedad.
O sea, digo, que los grupos ilegales metieron a las comunidades indígenas por donde no debía meterlas y se dejaron. Les comenté a las personas de mi comunidad que hay dos significados, que qué somos nosotros, si indígenas o indigenistas. Ellas responden que no entienden eso, pero yo sí lo estoy entendiendo y nos vamos a quedar en el grupo de los indígenas, porque la palabra indígena es algo esencial y nosotros lo tenemos, lo vivimos y lo vamos mejorando. Caen en la cuenta y dicen que cuando nos identifiquemos digamos soy indígena Paez, pero cuando nos pregunten por ellos los llamemos indigenistas paeces, porque están llevando otras formas y se están encarrilando mal.
L.C. ¿Su asociación, la OPIC, ya está reconocida por el gobierno?
A.S.S.P. No, porque hace cinco años la OPIC se constituyó a nivel nacional, con unos resguardos del Chocó, pero tenía que trascender en el Cauca y en otros departamentos para fortalecer o crear nuestras propias autoridades, las estamos creando y ya tenemos consejos, cabildos, ajustados a la Constitución y a la Ley. Inicialmente no queríamos ponerles cabildos, porque esta palabra según dicen muchas comunidades y mujeres que han sido violadas, maltratadas y abandonadas, que no quieren saber nada del cabildo.
L.C. ¿Y es que los indígenas de los cabildos violan a las mujeres?
A.S.S.P. Claro. Es terrible la inmoralidad en algunos cabildos y resguardos. No hay valores. Los principios, la ética y la moral desaparecieron, tanto, que uno como mujer, al pasar por una vereda con comunidad indígena de cabildo, siente miedo porque en cualquier momento salen de las casas, y si una mujer va sola la violan, no importa que sea niña, joven o adulta que tenga marido. He sentido mucho susto, me han amenazado con violarme. ‘Hagámosle lo que sabemos para que deje de estar hablado tantas mentiras, a esa señora lo que le falta es un buen entretenimiento para que deje de hablar mal de nosotros’, dicen.
En mis visitas a las comunidades, les digo a las mujeres que nos unamos, que denunciemos las violaciones. Para ellas es terrible denunciar, y más si son de resguardo del CRIC, porque el gobernador cita a asamblea general 15 días después de que la mujer denuncia el abuso, y los directivos que son los que avisan, toman el tema como si fuera una diversión y empiezan a llegar grandes y chicos a las casas de los cabildos. A lo sumo le dan cinco fuetazos al violador, y a la mujer ultrajada no le dan siquiera una orientación psicológica.
L.C. ¿Cómo ven las comunidades a la OPIC?
A.S.S.P. Hemos impactado. En los últimos cinco años hemos visto la salida de gente de los listados censales del CRIC. Los muchachos que andan tirando piedras no son de cabildos, están con las FARC. Si el gobernador informa que no se puede hacer una marcha, dicen que ahora son ellos los que mandan. Lo que se siembra se recoge, y sembraron destrucción desde el inicio contra los mestizos, invadieron sus propiedades. Hoy esas comunidades del CRIC están invadidas de violencia interna, que es la más peligrosa, están armando papas bombas, no solo contra nosotros, también contra ellos mismos, y se están matando por unos pesos.
Es por eso que nosotros corremos a capacitar a los consejos y cabildos y a nuestras mujeres. Le estamos solicitando a la Secretaría de Educación que nos dé ciencia y tecnología para lograr calidad educativa, porque si no hay educación no hay desarrollo, no hay sociedad, no hay nada. Estamos trabajando.
L.C. ¿Qué ha pasado con las más de 7000.000 hectáreas que el gobierno les ha entregado a las comunidades indígenas?
A.S.S.P. El gobierno debe revisar, evaluar, investigar quién tiene esas tierras. Vivo en el territorio y me doy cuenta de familias que no tienen tierras y son del cabildo, pero hay muchas tierras. A la comunidad de Paravira, Páez- Belalcázar y Montecruz, la sacó la guardia indígena, por el hecho de buscar desarrollo, tener un territorio pacífico, trabajar en proyectos productivos con el Estado. Están desplazadas más de 140 familias indígenas a las que les tumbaron los cultivos y les tocó salir por miedo. Un señor de buen corazón los dejó hacer cambuches cerca al alambrado de su finca. ¿Cómo es posible que el gobierno y las mismas alcaldías, como la de Piendamó, sepan que hay unas familias indígenas desplazadas y no investiguen qué pasó internamente? Pero si salieran desplazados los de un cabildo del CRIC, ahí si llegarían los derechos humanos y los periodistas.
Artículo publicado en la edición impresa del 27 de marzo de 2015
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