Amazonía: víctima de una muerte anunciada
Por María Fernanda Navia Fernández
Jonathan Felipe Mosquera Cerón (*)
La Amazonía, la selva más importante de Latinoamérica y la más grande del mundo, está sufriendo uno de los más grandes incendios de la historia y solo dos semanas después de esta tragedia se está empezando a atender la problemática.
Es increíble cómo se le ha dado más importancia y visibilidad a una iglesia, como sucedió en febrero del 2019 en Notre Dame en París, a diferencia del territorio amazónico que es fundamental para la existencia de vida en nuestro planeta, y que además es la vivienda de miles de especies de animales, plantas, pueblos indígenas autónomos y la mayor productora de agua dulce en el planeta. La selva Amazónica la comprenden nueve países: Brasil, Bolivia, Ecuador, Colombia, Guyana Francesa, Guyana, Perú, Suriname y Venezuela, aquí habita una gran cantidad de mamíferos y alrededor del 20% de las especies de aves que hay en el mundo. Además, produce el 20% del oxígeno mundial y posee el 50% de las especies de plantas, lo que la hace determinante para revertir el cambio climático, pues absorbe millones de toneladas de CO2 (Dióxido de Carbono), gas que produce el efecto invernadero, lo que hace que esta selva regule el clima en el mundo.
Actualmente, se ha visto criticado el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, principalmente por sus tendencias anti ambientalista, su flexibilidad hacia la explotación de recursos naturales y su apoyo a la deforestación de la zonas verdes; y en segundo lugar por la polarización de la opinión política que se generó a principios del 2019, cuando el ministro de Ambiente, Ricardo Salles, afirmó que la temporada de sequía es la principal causante de todos los daños que la Amazonía está presentando ahora, a diferencia de Haley Blink (meteoróloga de la CNN) que aseguró que las principales causas son la deforestación, que en mayor parte es ilegal, la ganadería, la explotación de materia prima y el asentamiento de comunidades. Posiciones anti ambientalistas como las de Bolsonaro no son nuevas, pues el mismo presidente del país más poderoso del mundo, Donald Trump, en su época de campaña presidencial, afirmó que sacaría al país norteamericano del Acuerdo de París, pues consideraba que el cambio climático y el calentamiento global no eran más que “cuentos chinos”. La misma situación ocurrió en ese vasto país suramericano, pues Bolsonaro, al igual que Trump, en su temporada de campaña presidencial, también afirmó que sacaría a Brasil de dicho acuerdo.
La realidad es que hoy, ambos países siguen perteneciendo a este pacto, pero en la práctica, desde que Trump y Bolsonaro llegaron a la presidencia, se han hecho significativos recortes al cuidado del medio ambiente, quitando gran cantidad de recursos a la Agencia Nacional del Agua y las secretarías de Cambio Climático (para el caso de Brasil), y la desactivación de gran parte de las políticas de control del cambio climático que daban directrices para hacerle frente a esta problemática (para el caso del país norteamericano). Esto en gran parte responde a esa necesidad que los países “en vía de desarrollo” buscan alcanzar, pues prácticas como la deforestación para la explotación de recursos naturales han sido estrategias para el “crecimiento económico” de dichas naciones.
Históricamente estos modelos de extracción se vienen implementando desde el siglo pasado, algunos con daños irreparables como lo que causa el “Fracking” para la extracción de petróleo, pues los gobierno de estos países (donde por supuesto se incluye el nuestro), no han sentado las bases para la formalización de un modelo de desarrollo sostenible, que respete y cuide la flora y fauna, pero también, que garantice el desarrollo humano con la generación de capacidades.
Según un informe proporcionado por el Banco Mundial (BM), se demostró que a nivel global, las personas generamos más de 2.010 millones de toneladas de basura, de los cuales 242 millones de toneladas son plástico, que equivale al 12% de los desechos sólidos, y que cada año va aumentando, sin tener una respuesta efectiva por parte de la sociedad para mejorar la situación, solo se crean hashtag como #PrayForAmazonas que no van a realizar un cambio a profundidad, además de que no tienen gran impacto y que al pasar algunos días quedan en el olvido.
Un ejemplo notorio es el que ocurre con gran parte de los “Influencer’s”, que permanecen lamentando y publicando en sus redes, que se sienten indignados por la situación de la Amazonía, pero nunca ejecutan nada en concreto, no cambian sus conductas para mejorar la situación del medio ambiente, tampoco se busca información sobre este tema. Incluso, se refieren al Amazonas, que tanto para Colombia como para Brasil representan una región que comprende el territorio nacional, sin diferenciar que la Amazonía es el nombre que tiene la totalidad de la selva.
En conclusión, de nada sirve la individualización de las acciones con campañas para el cuidado del medio ambiente por medio de etiquetas en redes sociales, si en general no existe una conciencia colectiva sobre la importancia que requiere la conservación del mismo. Se debe empezar a crear una pedagogía de cuidado y protección que inicie en la primera infancia, sobre la importancia del reciclaje, como también del mejoramiento de hábitos alimenticios y de limpieza, pues en últimas, son las nuevas generaciones las que padecerán las consecuencias de la indiferencia y daño que hoy se le está haciendo a la madre tierra, y que poco a poco empieza a cobrar facturar.
(*) Estudiantes del programa de Ciencia Política.
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