«Libertad y Orden». En estas dos palabras se encierra toda una enseñanza: Francisco

Por en septiembre 7, 2017

En su discurso de este jueves 7 de septiembre en Bogotá, el sumo pontífice citó el lema de Colombia, grabado en su escudo: Libertad y Orden.

Pie de Foto: Desde la Casa de Nariño, el papa Francisco invitó a los líderes colombianos a poner la mirada en todos aquellos que hoy son excluidos y marginados por la sociedad.

Desde muy temprano en la mañana de este jueves 7 de septiembre, miles y miles de personas llegaron al centro de Bogotá para ver y escuchar al papa Francisco, quien llegó el día anterior a Colombia y fue recibido con música y danzas y mucha alegría.

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En su discurso en la plaza de Bolívar de Bogotá, este jueves 7 de septiembre, el papa Francisco valoró los esfuerzos que se han venido haciendo a lo largo de las últimas décadas, para poner fin a la violencia armada y encontrar caminos de reconciliación.

Entre el Presidente Santos y el Sumo Pontífice arde perenne la llama de la paz.

Entre el Presidente Santos y el Sumo Pontífice arde perenne la llama de la paz.

Su mensaje se centró en la paz, en la reconciliación, en la esperanza. El papa exhortó a la gente a ‘cuidar la casa’, en claro mensaje hacia el respeto por el medio ambiente. En el encuentro con los jóvenes les dijo que mantuvieran viva la alegría, que no se dejaran engañar.

“Quise venir hasta aquí para decirles que no están solos, que somos muchos los que queremos acompañarlos en este paso”, dijo el Papa en la Casa de Nariño.

Este fue el discurso del papa Francisco:

Vengo a Colombia siguiendo la huella de mis predecesores, el beato Pablo VI y san Juan Pablo II y, como a ellos, me mueve el deseo de compartir con mis hermanos colombianos el don de la fe, que tan fuertemente arraigó en estas tierras, y la esperanza que palpita en el corazón de todos. Sólo así, con fe y esperanza, se pueden superar las numerosas dificultades del camino y construir un País que sea Patria y casa para todos los colombianos.

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La mujer, los jóvenes, los campesinos, los excluidos, todos fueron mencionados por el papa Francisco en las palabras que pronunció en la Casa de Nariño.

La mujer, los jóvenes, los campesinos, los excluidos, todos fueron mencionados por el papa Francisco en las palabras que pronunció en la Casa de Nariño.

Colombia es una Nación bendecida de muchísimas maneras; la naturaleza pródiga no sólo permite la admiración por su belleza, sino que también invita a un cuidadoso respeto por su biodiversidad. Colombia es el segundo País del mundo en biodiversidad y, al recorrerlo, se puede gustar y ver qué bueno ha sido el Señor (cf. Sal 33,9) al regalarles tan inmensa variedad de flora y fauna en sus selvas lluviosas, en sus páramos, en el Chocó, los farallones de Cali o las sierras como las de la Macarena y tantos otros lugares. Igual de exuberante es su cultura; y lo más importante, Colombia es rica por la calidad humana de sus gentes, hombres y mujeres de espíritu acogedor y bondadoso; personas con tesón y valentía para sobreponerse a los obstáculos.

Mantengan viva la alegría, les dijo el papa a los jóvenes colombianos.

Mantengan viva la alegría, les dijo el papa a los jóvenes colombianos.

Este encuentro me ofrece la oportunidad para expresar el aprecio por los esfuerzos que se hacen, a lo largo de las últimas décadas, para poner fin a la violencia armada y encontrar caminos de reconciliación. En el último año ciertamente se ha avanzado de modo particular; los pasos dados hacen crecer la esperanza, en la convicción de que la búsqueda de la paz es un trabajo siempre abierto, una tarea que no da tregua y que exige el compromiso de todos. Trabajo que nos pide no decaer en el esfuerzo por construir la unidad de la nación y, a pesar de los obstáculos, diferencias y distintos enfoques sobre la manera de lograr la convivencia pacífica, persistir en la lucha para favorecer la cultura del encuentro, que exige colocar en el centro de toda acción política, social y económica, a la persona humana, su altísima dignidad, y el respeto por el bien común. Que este esfuerzo nos haga huir de toda tentación de venganza y búsqueda de intereses sólo particulares y a corto plazo. Cuanto más difícil es el camino que conduce a la paz y al entendimiento, más empeño hemos de poner en reconocer al otro, en sanar las heridas y construir puentes, en estrechar lazos y ayudarnos mutuamente (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 67).

“Queremos dar con su aliento el primer paso. Queremos reconciliarnos”, fueron las palabras del presidente al Papa Francisco.

“Queremos dar con su aliento el primer paso. Queremos reconciliarnos”, fueron las palabras del presidente al Papa Francisco.

El lema de este País dice: «Libertad y Orden». En estas dos palabras se encierra toda una enseñanza. Los ciudadanos deben ser valorados en su libertad y protegidos por un orden estable. No es la ley del más fuerte, sino la fuerza de la ley, la que es aprobada por todos, quien rige la convivencia pacífica. Se necesitan leyes justas que puedan garantizar esa armonía y ayudar a superar los conflictos que han desgarrado esta Nación por décadas; leyes que no nacen de la exigencia pragmática de ordenar la sociedad sino del deseo de resolver las causas estructurales de la pobreza que generan exclusión y violencia. Sólo así se sana de una enfermedad que vuelve frágil e indigna a la sociedad y la deja siempre a las puertas de nuevas crisis. No olvidemos que la inequidad es la raíz de los males sociales (cf. ibíd., 202).

En esta perspectiva, los animo a poner la mirada en todos aquellos que hoy son excluidos y marginados por la sociedad, aquellos que no cuentan para la mayoría y son postergados y arrinconados. Todos somos necesarios para crear y formar la sociedad. Esta no se hace sólo con algunos de «pura sangre», sino con todos. Y aquí radica la grandeza y belleza de un País, en que todos tienen cabida y todos son importantes. En la diversidad está la riqueza. Pienso en aquel primer viaje de san Pedro Claver desde Cartagena hasta Bogotá surcando el Magdalena: su asombro es el nuestro. Ayer y hoy, posamos la mirada en las diversas etnias y los habitantes de las zonas más lejanas, los campesinos. La detenemos en los más débiles, en los que son explotados y maltratados, aquellos que no tienen voz porque se les ha privado de ella o no se les ha dado, o no se les reconoce. También detenemos la mirada en la mujer, su aporte, su talento, su ser «madre» en las múltiples tareas. Colombia necesita la participación de todos para abrirse al futuro con esperanza.

Una pausa del papa Francisco para abrazar a una niña que vino a su encuentro.

Una pausa del papa Francisco para abrazar a una niña que vino a su encuentro.

La Iglesia, en fidelidad a su misión, está comprometida con la paz, la justicia y el bien de todos. Es consciente de que los principios evangélicos constituyen una dimensión significativa del tejido social colombiano, y por eso pueden aportar mucho al crecimiento del País; en especial, el respeto sagrado a la vida humana, sobre todo la más débil e indefensa, es una piedra angular en la construcción de una sociedad libre de violencia. Además, no podemos dejar de destacar la importancia social de la familia, soñada por Dios como el fruto del amor de los esposos, «lugar donde se aprende a convivir en la diferencia y a pertenecer a otros» (ibíd., 66). Y, por favor, les pido que escuchen a los pobres, a los que sufren. Mírenlos a los ojos y déjense interrogar en todo momento por sus rostros surcados de dolor y sus manos suplicantes. En ellos se aprenden verdaderas lecciones de vida, de humanidad, de dignidad. Porque ellos, que entre cadenas gimen, sí que comprenden las palabras del que murió en la cruz —como dice la letra de vuestro himno nacional—.

Señoras y señores, tienen delante de sí una hermosa y noble misión, que es al mismo tiempo una difícil tarea. Resuena en el corazón de cada colombiano el aliento del gran compatriota Gabriel García Márquez: «Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte. Una ventaja que aumenta y se acelera». Es posible entonces, continúa el escritor, «una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra» (Discurso de aceptación del premio Nobel, 1982).

El presidente Santos y su esposa le obsequiaron al papa Francisco un rosario de plata de Ciénaga de Oro, un ángel de barro de Ráquira y una mochila arhuaca.

El presidente Santos y su esposa le obsequiaron al papa Francisco un rosario de plata de Ciénaga de Oro, un ángel de barro de Ráquira y una mochila arhuaca.

Es mucho el tiempo pasado en el odio y la venganza… La soledad de estar siempre enfrentados ya se cuenta por décadas y huele a cien años; no queremos que cualquier tipo de violencia restrinja o anule ni una vida más. Y quise venir hasta aquí para decirles que no están solos, que somos muchos los que queremos acompañarlos en este paso; este viaje quiere ser un aliciente para ustedes, un aporte que en algo allane el camino hacia la reconciliación y la paz.

Están presentes en mis oraciones. Rezo por ustedes, por el presente y por el futuro de Colombia.

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