Popayán entre la conservación y el desarrollo
¿Puede una ciudad que no cuida e invierte en su infraestructura urbana patrimonial seguir creyendo que el turismo es su futuro?
Por Ana Cecilia Campo López (*)
Pie de Foto: Más allá del aglutinador parque Caldas, se observa andenes desechos y calles rotas.
Diariamente, residentes y visitantes circulan por el centro histórico de Popayán; ahí están las sedes de los gobiernos territoriales del Municipio y del Departamento del Cauca, e instituciones educativas, financieras, comerciales y de variedad de servicios para atender a los ciudadanos que recorren con cierta tranquilidad la Ciudad Blanca, pues el desorden urbano actual acaba con la tan apreciada placidez y armonía que acompañó la vida en este bello centro que dio origen a la ciudad.
El centro es también escenario del rito colectivo que se sucede en Semana Santa, que año a año engalana a Popayán, gracias a los inmensos esfuerzos de la iglesia católica local y la valiosa Junta Permanente Pro Semana Santa de la ciudad.
Sin embargo, este sueño de ciudad-centro que se desdibuja a pasos agigantados puede y debería reaccionar, mirarse con franqueza y ver cómo está; mirar hacia adelante y decidir qué puede hacer para seguir convocando la práctica de valores ciudadanos, tan necesarios para construir la ciudad incluyente y próspera que todos queremos disfrutar. Popayán debe lograr ser una sede turística de calidad, generadora de empleo y bienestar.
La autoevaluación es imprescindible pues al recorrer el centro de la ciudad, más allá de la cara bonita del aglutinador parque Caldas, observamos andenes desechos, calles rotas, ventas ambulantes en todas las esquinas, viviendas abandonadas y a punta de desintegrarse, falta de parqueaderos, inseguridad, congestión vehicular. Se observan también nuevas construcciones dentro del sector histórico que se levantan desconociendo las normas que rigen las área urbanas declaradas por el Gobierno Nacional como Bienes de Interés Cultural, BIC, como es el caso de Popayán, Municipio que recibe esta distinción según la Ley 163 de 1959.
Popayán vive un profundo cambio en su estructura económica y social. A partir del terremoto de 1983 no pudo seguir escondiendo la pobreza, y este remezón agudizó un gran cambio demográfico, pues al crecimiento vegetativo de la población se unió la inmigración rural posterremoto, que expandió la ciudad a áreas periféricas, apareciendo, por ejemplo, la Comuna 7, ubicada en el suroriente de la ciudad, donde la totalidad de sus habitantes están clasificados en estratos 1 y 2.
Datos del SISBEN de diciembre 12 de 2014 señalan que se encuentran certificados por el DNP 132.033 ciudadanos que requieren de subsidios para sobrevivir. En cuanto a recepción de desplazados se contabilizan, entre 1985 y 1 de Febrero de 2015, un total de 100.679, dato de la Oficina de Unidad de Víctimas 2015, para una población total estimada en el Municipio de Popayán de 378.219 habitantes, en el mismo año. Sin duda alguna, además, el Cauca y su capital han tenido durante las últimas cinco décadas una precaria presencia del Estado, y también la violencia degradada de la guerrilla de las FARC en su brutal alianza con el narcotráfico, lo que ha sido la mezcla perfecta para traer desesperanza a la ciudad.
Este retrato es parte de la historia que se puede y debe cambiar. Cuando nos preguntamos qué hacer por la vida de todos los habitantes actuales de Popayán, nos encontramos con diagnósticos, consultorías, documentos técnicos, todos archivados, y parece ser elaborados para encontrar un gran placer en la “disertación”. No se ve en la práctica la utilidad. No se ve proyecto de ciudad. No se ve “valor ciudadano” para la implementación. No se observan liderazgos para la puesta en práctica de acciones que vayan en búsqueda del bien común, de verdad, verdad.
Es el ejemplo de análisis técnicos valiosos pero ineficaces que, como en otros casos, se podrían citar, del Plan Especial de Manejo y Protección del Sector Histórico de la Ciudad de Popayán, PEMP, bajo la dirección del Arquitecto Restaurador Tomás Castrillón Valencia y aprobado por el Ministerio de Cultura, mediante Resolución 2432 del 24 de Noviembre de 2009.
El documento está concebido para revitalizar el sector histórico, mitigar las tensiones urbanas entre las construcciones físicas propias de la arquitectura y la ingeniería, y el correspondiente beneficio social real que se debería derivar de intervenciones urbanas en pro del bien común. El área del sector histórico que se delimita en el PEMP, está enmarcado por el oriente por la carrera 2ª más los cerros tutelares de la ciudad, es decir, Templo-Belén, Cerro de las Tres Cruces y el Morro-Tulcán, o Belalcázar; por el occidente por la Carrera 11, inicio de la calle El Cacho, y con áreas de influencia sobre el barrio Valencia; por el norte con el Rio Molino y zona de influencia de El Callejón, hoy barrio Bolívar y hasta el coliseo La Estancia en la Calle 15N; por el sur con la calle 13, con área de influencia hasta el Río Ejido. Se observa que en la delimitación propuesta en los costados norte y sur, se concede relevancia a los ríos Molino y Ejido, respectivamente, como límites naturales del Municipio, tal y como aparecen en el escudo, símbolo de la ciudad desde el 10 de Noviembre de 1558.
Dentro del área delimitada por el Plan de Protección y Manejo, el estudio establece ocho Unidades de Gestión Urbana, UGU, a saber: El Ejido, San Camilo, San Agustín, San Francisco, Santo Domingo, La Ermita, El Molino y El Callejón. El propósito sería reavivar cada unidad, mejorar la imagen de la ciudad, promover un tejido social con claros valores cívicos, propender por el emprendimiento turístico profesional, realizar o restaurar construcciones sin olvidarnos de que estamos en zona sísmica y reequilibrar los usos del suelo y el necesario espacio público de calidad.
Cada una de las denominadas UGU tendría unidades de Planeación Comunitaria, UPC, buscando corresponsabilidades públicas y privadas en la renovación de la ciudad; el PEMP señala que estas acciones “se harían sin detrimento del negocio inmobiliario, y la Administración Municipal de Popayán, tendría el rol de facilitador, apoyando a los promotores de estos complejos procesos urbanos, que requieren integralidad en lo económico, físico, social, cultural y ambiental”; es decir, serían unas “alianzas público-privadas”, APP, de hoy, para promover el desarrollo económico y social de la ciudad en decadencia y que apremia restaurar. Se avizora aquí una política de gestión urbana de mejoramiento de vivienda, acompañada de emprendimientos en el sector gastronómico, o sea, un plan urbano residencial, productivo y competitivo empresarialmente; esta acción la podríamos comprender como la responsabilidad social de la renovación urbana, lo cual es un gran reto. Lograr esto requerirá idoneidad profesional, trabajo en equipo acompañado de una gran dosis de compromiso; cero populismo de derecha o de izquierda para el éxito de la gestión.
Tanto las llamadas UGU como las UPC, actuarían bajo el marco de la Ley de la Cultura (Ley 397/1997), la Ley 163/1959 que establece y protege los Bienes de Interés Cultural, BIC, como el Sector Histórico de Popayán, y la Ley 1185 de 2008, la cual modifica aspectos de la Ley General de la Cultura en lo referente al patrimonio cultural, pues protege no solo lo monumental, sino también lo modesto, que por ser modesto no debe entenderse como lo asociado al desorden, la anarquía, la ausencia de diseño arquitectónico, la falta de higiene, el no emprendimiento, la ausencia de normas de convivencia, etc., etc.
Este esfuerzo del PEMP, por conciliar en el tratamiento urbano “lo físico y lo social”, es un aspecto relevante del documento, que además de proponer intervenciones en ocho localidades del sector histórico de la ciudad, llama la atención también sobre la necesidad de realizar gestión territorial autosostenible en un municipio como Popayán.
¿Pero qué significa esto? Que los inmuebles deberían seguir teniendo relación con el ambiente y el paisaje del sector, que desde el punto de vista urbano el bien inmueble debería insertarse en el área urbana con los debidos diseños, acabados, volumetría y el perfil hacia el cual apunta la ciudad – histórica en su conjunto. Los inmuebles deberían ver su contribución al desarrollo de un sitio, una población, un paisaje. Las edificaciones deberían tratarse como patrimonio, como una herencia, sin antagonismos entre pasado y presente, porque el futuro de un sector histórico se construye a partir del hoy, de lo que se tiene, pero si lo que se ha recibido se desprecia, se mira con desdén, no se cuida y se abandona, más pobreza le espera a Popayán.
Puede observarse que el mejoramiento y protección del sector histórico de la ciudad demanda en forma prioritaria revivir la vocación residencial del centro, al igual que respetar las normas que definen el perfil urbano global del sector identificado como BIC; en la actualidad estos propósitos no se cumplen. Cada vez proliferan más locales comerciales sin luz y sin ventilación; se da el fraccionamiento de la vivienda para entrar en la especulación inmobiliaria, se crean “grandes superficies comerciales” de todo a $1.000.oo; los usos comercial e institucional desplazan el uso residencial del sector, y sin habitantes los centros de las ciudades mueren. Los propietarios públicos y privados de lotes levantan edificaciones contraviniendo las normas urbanas del sector histórico, y hay ejemplos palpables en la ciudad apuntando en no sé qué dirección: Edificio El Virrey, Calle 3 No. 1-68; Edificio Fundación Mundo Mujer, en construcción, carrera 10 entre calles 4 y 5; Universidad del Cauca, calle 5, carrera 4, esquina. ¿No es esto para reflexionar? ¿Estas variadas intervenciones no nos crean curiosidad por tratar de entender las ideologías de los ciudadanos de hoy, buscar consensos, y ver el por qué no se acatan las normas urbanas del sector histórico que terminarían beneficiando a toda la ciudad?
Hay en la práctica una disputa falaz entre el valor del pasado y el presente urbano de la ciudad, cuando esta se define en su identidad como ciudad culta, histórica, turística, educativa, blanca y no sé qué más. La verdad es que esa identidad tambalea. ¿Puede una ciudad que no cuida e invierte en su infraestructura urbana patrimonial seguir creyendo que el turismo es su futuro? ¿Puede una ciudad que no toma en serio sus diagnósticos, seguir ignorando su desmejoramiento a pasos agigantados? ¿Se creyó que la renovación urbana planteada en el PEMP era un juego que no le costó al erario y que sin un ente gestor se podría implementar porque aquí no hay una fuerte tensión entre las normas urbanas y las prácticas de los ciudadanos de hoy? ¿No nos hemos percatado de la permisividad gubernamental por años y el desinterés ciudadano por los bienes colectivos, por lo público? ¿No estamos oyendo argumentos, tales como, que uno con lo que es de uno, léase “propiedad privada”, decide lo que quiere, el entorno cultural existente no puede prevalecer sobre “mis derechos”, más cuando el Estado no dispone de incentivos reales para propiciar la conservación de bienes culturales urbanos?
Popayán para entrar en la senda del progreso puede, entre otras muchas cosas, activar su pasado cultural, turístico, arquitectónico y urbano, sin renunciar necesariamente a un nuevo lenguaje, recordando que el patrimonio y su conservación potencian el futuro de una industria turística de calidad, y este es solo un eslabón de la cadena productiva de la tan anhelada industria sin chimeneas, que gestionada con eficiencia y liderazgo mejoraría la calidad de vida de los ciudadanos.
El pasado no puede ser el yugo del presente, pero el presente tampoco puede ser el verdugo del pasado. Urge la gestión concertada, sentarse con todas las vertientes del pensamiento y llegar a consensos; urge acabar con la descalificación del contrario; urge pasar de la polarización entre los buenos y los malos; urge un ente gestor calificado para la implementación del PEMP, como también se requiere promover el turismo, con líderes visionarios calificados por la vida y la academia; urgen andamiajes administrativos sólidos para avanzar en este rumbo siempre y cuando entreguen resultados palpables y estén sujetos a la evaluación ciudadana, pues nos movemos en lo público. Sobre todo, urge tomar decisiones valientes, de emprendimiento, para sumar y no restar más, pues el tiempo pasa y este patrimonio payanés modesto/sencillo, y también monumental, siendo agorera, en pocas décadas podría no estar.
¿Quiénes tendrán la dicha de ver a Popayán por la senda del progreso incluyente? ¿Quiénes verán cerrarse la brecha entre el saber y el hacer en este Municipio lleno de universidades? ¿Quiénes verán ciudadanos, ricos o pobres, pero cumpliendo las normas colectivas que facilitan la convivencia y el respecto al acervo cultural que a todos nos pertenece?
Viene otro estudio a cargo de la Institución Universitaria Colegio Mayor del Cauca, el cual se titula ‘Investigación y Desarrollo de la Planificación Urbana Sostenible en el Cauca, Estudio de Caso – Popayán’; que se inició en enero de 2014 y se concluirá en junio 30 de 2017. Ha sido financiado por el Fondo de Ciencia, Tecnología e Innovación de Colciencias, con contrapartidas en especie del Municipio de Popayán y de la Institución Universitaria Colegio Mayor del Cauca.
El estudio analizará la ciudad originaria y proyectará la futura. Habrá visión de ciudad histórica y moderna. Será un instrumento para la planificación urbana. Claramente definirá las zonas de expansión para un desarrollo urbano que deje huellas y cree arraigo ciudadano. Se espera, entonces, que el eterno dilema de las normas de las ciudades y su implementación se resuelva mejor y sea bienvenida la convivencia con deberes y derechos para todos los ciudadanos que habitan este valle feliz.
(*) Socióloga. Trabajadora Social. Especialista en Gerencia de Proyectos.
You must be logged in to post a comment Login