La indomeñable pequeñez del ser
Por Gloria Cepeda Vargas
Parafraseando a Milan Kundera, intento descifrar el último acertijo aparecido en El Tiempo del viernes 7 de abril, con este encabezamiento: “Pese a críticas, Maluma recibió Escudo de Oro de Antioquia”. Luis Pérez, gobernador del Departamento, otorgó al cantante la máxima presea que entrega la institución, con el argumento de ser “icono de la nueva generación de los jóvenes y referente del género urbano latino con tan solo 23 años”. Además intentó hacer alarde de sensatez diciendo que a pesar de las innumerables llamadas a su celular criticando su decisión, no se arredró “porque prefiere resaltar a los artistas y no a la corrupción, la violencia y lo malo del país” (sic).
Pero ahí no para el alud. El ciudadano que representa ahí la máxima autoridad y que debería poseer una dosis medianamente decorosa de información, se atrevió a comparar a este niño de cara bonita y pellejo curtido, con la genial Débora Arango, símbolo de rebeldía y talento en el marco de una de las sociedades más cerradas del país. Ésta es una arremetida de lesa dignidad contra lo que ella representa. Lo grave no es la condecoración que conceden a Maluma, también lo intentaron con Ordóñez. Lo que dispara las alertas en este caso es la osadía del funcionario, su carencia de sentido común, su mentalidad incongruente que oscila entre el ex abrupto adolescente y la armazón adulta.
Ignoro qué significan para don Luis las palabras icono o rebeldía. No sé si capta la responsabilidad que un “icono de juventudes” debería tener ni cómo confunde la gimnasia con la magnesia en este “polvo carnavalero” donde parece nadar boca arriba. Tal vez lo deslumbra el hecho de que Maluma fue jurado en programas de televisión con elevado rating o su inconsciente, todavía en pañales, reverdece cual árbol otoñal bajo la lluvia, en la letra de “Cuatro babys”, donde hasta el machismo más cerril se tapa las narices.
Si subir a un escenario a realizar verbalmente en público lo que por obvios motivos se ejecuta en privado merece un reconocimiento tan importante como el Escudo de Oro, las señoras o señoritas encargadas de entretener al público masculino durante los espectáculos sexuales XL, deberían ostentarlo con sobra de merecimientos.
¿Qué quiso decir don Luis cuando calificó a este mono sabio -¡Oh poder inmarcesible del comodín!- como “referente del género urbano latino”? ¿Será que solo el joven habitante de ciudades ataviadas con miriñaque latino, baila al son que le toca el primer aventurero? ¿Los chicos daneses, chinos, rusos, no figuran como clientes en el turbio mercado donde las cuatro babys se despelucan como marionetas decadentes? ¿Merece esta sarta de lugares comunes el calificativo de canción? ¿No existe un alma misericordiosa que recuerde al autor, que las frases y oraciones gramaticales, para serlo, necesitan un mínimo aporte de semántica y sintaxis y que la monotonía y recurrencia matan hasta el requerimiento más elemental del instinto?
Sé que Maluma posee una robusta colección de premios entre Grammys, Billboards, Kid Choices… Que su currículum responde a la escala de valores que impera en medios de comunicación y demás batutas de nueva generación, que es más fácil explotar el morbo o la inmediatez que tomarse el trabajo de pensar y que como dicen en Venezuela: “No tiene la culpa el ciego sino quien le da el garrote”, pero lo terrible de esta historia es comprobar en manos de quienes estamos. El cantante no tiene la culpa de ser enarbolado como espantapájaros de la ignorancia, pero que un señor cronológicamente maduro y poseedor de luz verde para realizar impunemente estropicios como éste, ni siquiera se percate de la ridiculez de su conducta, que confunda rebeldía con desvergüenza zarandeando impunemente la memoria de una mujer -ésa sí- icono de lo mejor de nuestro gentilicio y que la prensa le haga eco dando rango de noticia a lo que no es más que demostración de estulticia elevada a la enésima potencia, nos aclara por qué motivo estamos como estamos.
You must be logged in to post a comment Login