“Deshabanizar”la agenda del Gobierno Nacional
Por Jairo Hernán Ortiz Ocampo
Es innegable que se debe llegar de manera rápida y efectiva a un acuerdo de desarme entre el Gobierno Nacional y la guerrilla de las Farc.
Pero también dicho acuerdo no puede acaparar toda la agenda del Gobierno. No se debe sobredimensionar, ni tampoco debe generar falsas expectativas a las comunidades, sobre todo a las de los sectores rurales del país.
Se debe “deshabanizar” la agenda para evitar la percepción que muchos colombianos empiezan a tener del proceso de paz: “El proceso de paz en su conjunto es una cortina de humo que esconde las problemáticas más relevantes del país y que deberían ser resueltas de manera prioritaria y efectiva.”
Problemáticas como la desigualdad e inequidad, la concentración y uso de las tierras, la corrupción, el analfabetismo, entre otros, no se les ha dado la dimensión (importancia) que les corresponden y es por ello que vemos pocos esfuerzos para combatirlos.
El último Informe (2016) de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), ubica a Colombia como uno de los países con mayor desigualdad en el mundo. Desigualdad que está lejos de las cifras oficiales. El 1% de los colombianos concentra la mayor parte de los ingresos. El Informe enfatiza en que se ha subestimado sistemáticamente la desigualdad.
De ahí que frente al “proceso de negociación en la Habana hay que decir que: 1. La experiencia de “desarme” y posterior reinserción de las Farc que observaremos los colombianos tendrá unas características muy distintas a las que tuvieron otras experiencias de desmovilización, tales como las del M-19, PRT, EPL, y MAQL (años 1990 y 1991).
2. Los tiempos de la desmovilización (entrega de armas, reinserción y reintegración) no se darán simultáneamente ni con la misma lógica: dejación de las armas (no entrega), no desarticulación de las estructuras y jerarquías de la organización armada y zonas de concentración de guerrilleros en varios departamentos del país, entre ellos en el Cauca.
3. Será un proceso de desmovilización mucho más complejo que los que se han producido en las experiencias anteriores.
4. Se está “negociando la paz” en una situación crítica en lo económico, político y social, especialmente en los sectores rurales.
A modo de ejemplo, solo en el Cauca, con un eventual “posconflicto” nos veremos enfrentados con los niveles más bajos de desarrollo y de producción, con el 46.4% de su población con necesidades básicas insatisfechas; veinticuatro de los cuarenta y dos municipios tienen niveles altos de pobreza, el 41.5% no alcanza a cubrir sus gastos mínimos con sus ingresos; con una tasa de 36.6% con población desnutrida; el 33% de los caucanos en edad escolar se encuentran por fuera del sistema educativo; una tasa de analfabetismo del 12.1%, en la zona Pacífica del Departamento es de 39%; con prácticas políticas tradicionales que han mantenido la corrupción como algo natural y, por lo tanto, como algo inevitable. Corrupción que la vemos reflejada en la poca capacidad de gestión, en el desvío de recursos y en el clientelismo, con una evidencia muy específica, por un lado, que la ocupación estratégica de las tierras en el Cauca es un problema con profundas raíces históricas, pero también, por el otro lado, es claro que las grandes mafias que actualmente concentran las tierras en el Departamento están conformadas por los mismos actores que han hecho parte del conflicto armado y/o han tenido alianzas con éstos.
En consecuencia, debemos subrayar que los acuerdos a los que se están llegando en la Habana, no están significando el fin de las Farc, ni tampoco apuntan a ir más allá de la superficialidad de los problemas sociales, políticos y económicos de la región. Pensar que, solamente, por cuenta de estos acercamientos de negociación de la paz con las Farc está la posibilidad de cambiar los elementos estructurales de la inequidad y vulnerabilidad, es una falacia.
Hay que trabajar en un nuevo modelo de desarrollo, incluyente con las zonas rurales del país. Recuperar la vocación histórica de las tierras que ha sido netamente agrícola. El uso inadecuado de las tierras en el país, especialmente en el Cauca, para fines distintos a los de su vocación, han puesto en peligro su desarrollo y su seguridad.
Debemos, pues, “deshabanizar” las agendas de gobierno y no sobredimensionar dicho proceso de negociación de la paz, si realmente queremos avanzar hacia la solución de los problemas estructurales del país.
(*) Docente Programa de Ciencia Política
Universidad del Cauca
jhernanortiz@unicauca.edu.com
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