El Proceso de Paz: Una Cortina de Humano

Por en agosto 31, 2015

Jairo Hernán Ortiz Ocampo (*)

Debemos dejar claro, por un lado, que la experiencia de “desarme” y posterior reinserción de las FARC que observaremos los colombianos tendrán unas características muy distintas a las que han tenido otras experiencias de desmovilización, tales como las del M-19, PRT, EPL, MAQL (años 1990 y 1991). En el caso del proceso de paz con las FARC, los tiempos de la desmovilización (entrega de armas, reinserción y reintegración) no se darán simultáneamente ni con la misma lógica: dejación de las armas (no entrega), no desarticulación de las estructuras y jerarquías de la organización armada y zonas de concentración de guerrilleros en varios departamentos del país, entre ellos el Cauca. Zonas de concentración en la etapa del “posconflicto” que servirán de antesala para la posterior y gradual desmovilización de los miembros de las FARC. Será un proceso de desmovilización mucho más complejo que los que se han producido en las experiencias anteriores.

Por el otro lado, no podemos tapar la realidad crítica del Departamento del Cauca  tanto en lo social, en lo político y en lo económico frente a un eventual “posconflicto”. Estamos ante un Departamento con los niveles más bajos de desarrollo y de producción, con el 46.4% de la población con sus necesidades básicas insatisfechas, veinticuatro de los cuarenta y dos municipios tienen niveles altos de pobreza, el 41.5% no alcanza a cubrir sus gastos mínimos con sus ingresos, contamos con una tasa de 36.6% con población desnutrida, el 33% de los caucanos en edad escolar se encuentra por fuera del sistema educativo, una tasa de analfabetismo del 12.1% – en la zona pacífica del Departamento es de 39%- y contamos con prácticas políticas tradicionales que han mantenido la corrupción como algo natural y por lo tanto como algo inevitable.

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Corrupción que se ve reflejada en la poca capacidad de gestión, en el desvío de recursos y en el clientelismo. Ni mencionemos los carteles de los avales que se han formado en las actuales contiendas electorales para elegir alcalde y gobernador.

Hay que evitar que el proceso de paz se convierta en una “cortina de humo” y  que cubra los problemas centrales del país. Es cierto que la ocupación estratégica de las tierras en el Cauca es un problema con profundas raíces históricas. Pero también es claro que las grandes mafias que actualmente concentran las tierras, están conformadas por los mismos actores que han hecho parte del conflicto armado y/o han tenido alianzas con éstos: FARC, ELN, paramilitares, caciques políticos regionales, jueces de la república y magistrados.

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En consecuencia, debemos subrayar que los acuerdos a los que se está llegando en la Habana, no están significando el fin de las FARC, ni tampoco apuntan a ir más allá de la superficialidad de los problemas sociales, políticos y económicos de la región. Pensar que solamente por cuenta de estos acercamientos de negociación de la paz con las FARC está la posibilidad de cambiar los elementos estructurales de la inequidad y vulnerabilidad, es una falacia.

Hay que trabajar en un nuevo modelo de desarrollo incluyente con las zonas rurales del país; para ello debemos recuperar la vocación agrícola de las tierras. Su uso inadecuado, especialmente en el Cauca por parte de las mafias para fines distintos a los de su vocación, han puesto en peligro el desarrollo y la seguridad.

 En otras palabras, el país debe resolver el conflicto armado interno, sin lugar a dudas, pero debemos concentrarnos en resolver los problemas estructurales de la inequidad social, de la pobreza y de la corrupción si queremos desmontar la cultura de la violencia en la cual nos encontramos inmersos hoy en día.

 (*)Docente Programa de Ciencia Política

Universidad del Cauca

jhernanortiz@hotmail.com

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