Las encrucijadas del ejercicio docente universitario
Por Edgar Velásquez Rivera (*)
El docente universitario en América Latina se ve abocado a múltiples encrucijadas, entre las cuales, destacan: el burocratismo, el acomodamiento, el economicismo, la alienación, la desideologización, la despolitización, la obsolescencia, el individualismo, la informalidad, la simulación, el localismo, el narcisismo, el arribismo, el cultismo, el fundamentalismo, el clientelismo, entre otras. Este tipo de situaciones, unas más que otras, inciden en la configuración de los imaginarios que cada docente tiene de la idea de universidad, y a partir de aquellas representaciones ejecuta su praxis, no exenta de contradicciones y paradojas.
La siguiente es una somera descripción de cada encrucijada: el burocratismo del docente universitario es la tendencia a buscar espacios como comités, para evadir y eludir el ejercicio de la docencia, la investigación y la interacción social. El fenómeno del burocratismo distorsiona la esencia misma del ser universitario, cuyos frutos, por antonomasia, tienen que ser la producción de conocimiento. Se llega a él (al burocratismo) por falta de regulación sobre la materia, por fisuras en los controles, por clientelismo y por el afán de ser reconocido, en este caso, a partir de su profusa presencia en distintas instancias, las cuales, en las más de la veces, los frutos son inexistentes o irrelevantes.
El acomodamiento, en el campo de la docencia universitaria, consiste en el estancamiento en la orientación de los cursos con la misma bibliografía, similar metodología y, en ocasiones, hasta los mismos chistes flojos en clase. No siempre se trata de una autoridad en las materias que imparte, más bien, corresponde al placer que genera el permanecer inmóvil repitiendo las mismas cosas, semestre tras semestre. Cuando hay indicios de modificación de la labor académica, esta tipología de docentes entra en pánico y, a los cambios leves, los magnifica como si fuesen fuerzas telúricas. El desacomodamiento genera toda clase de reacciones, desde intentos de argumentación gremial, hasta ultrajes hacia quienes, equivocadamente, consideran sus patrones o, en el peor de los casos, sus enemigos.
El economicismo, en quienes ejercen la docencia universitaria, se expresa en el hábito buscar, aceptar y ejecutar actividades siempre y cuando le representen dividendos financieros. Para este tipo de docentes, todo está mediado por el dinero. Hasta por las acciones más simples y que bien pueden ser consideradas desarrollos de sus actividades habituales, exigen pagos extras. Su proyecto de vida no está anclado en la construcción de país desde el conocimiento, sino en el constante mejoramiento salarial. La voracidad por el dinero les lleva a emplearse en otras universidades (generalmente privadas) en las que sí cumplen horarios, preparan bien sus clases, no siempre les pagan bien y nunca protestan ni promueven asambleas permanentes.
La alienación en el ámbito universitario, especialmente en los docentes, corresponde a aquel cúmulo de características en las que se evidencia una brutal ruptura entre el sujeto y el fruto de su trabajo. Ocurre cuando el docente cumple un catálogo de funciones básicas que le han sido asignadas, pero en modo alguno siente genuino interés por los sentidos (político, ético, académico) de su trabajo. Su trabajo siempre le parecerá como una carga que atormenta su vida. También puede ser vista la alienación como la pérdida de la libertad y la independencia frente al pensamiento. Los docentes universitarios, atrapados en este tipo de alienación, son una masa amorfa cuyos movimientos están determinados por la modas (intelectuales también). En este contexto de la alienación en el ámbito universitario, su trabajo lo reducen a una mercancía sin encontrar en el mismo una praxis liberadora.
La desideologización, en general, es un artilugio de la extrema derecha para imponer su ideología y para ello pregona la muerte de las ideologías. La desideologización en el mundo de la docencia universitaria, corresponde al conjunto de tendencias orientadas a rechazar el cultivo, la adherencia y la puesta en práctica de una ideología, desde el hirsuto argumento de la imparcialidad y de la supuesta inutilidad de las ideologías. La desideologización, paradójicamente, es una forma de ideología que promueve la confusión y la ausencia de utopías, es el no futuro, la desesperanza y el desánimo.
(*)Profesor Universidad del Cauca
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