La política del odio

Por en agosto 14, 2013

Por Juan Francisco Muñoz

Los progresos sociales suelen llegar sin previo aviso. No son el producto de políticas al corto plazo, que deliberadamente cambien el comportamiento y la mentalidad de los ciudadanos. Por el contrario, son el resultado de avances casi que invisibles, de mejoras en la condición de la vida humana que los propios individuos no saben reconocer sino solo hasta que se hacen evidentes. Por ejemplo, los aumentos de la expectativa de vida y el ingreso per cápita dados en la gran mayoría de la población humana, son prácticamente contra intuitivos. Suelen ser incluso negados por quienes defienden que en este mundo todo va peor.

La mente humana es conservadora por naturaleza. Es por esto que la política, la mayoría de las veces, es un ejercicio de validación de las visiones más regresivas y conservadoras. Es por esto que los líderes políticos que defienden las ideologías más familiares y predecibles suelen ser los más populares, tanto los de derecha, como los de izquierda.

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Las presidencias autoritarias y los estilos de gobierno nepotistas suelen ser protagonizados por líderes carismáticos y empáticos, o por lo menos, por aquellos que plantean ideas que siempre resultan familiares e intuitivas.

Sin embargo, estas visiones tradicionales suelen fomentar ideas sesgadas, que distorsionan el significado real de los progresos sociales, y acostumbran cultivar el aprecio y la condescendencia con los supuestos más equivocados y erróneos sobre lo que debe ser la sociedad y lo que es la naturaleza humana: Por el lado de las políticas de derecha, es lamentable ver cómo niegan el carácter universal y natural de la homosexualidad, el consumo de drogas y la capacidad que tienen las mujeres para decidir con sensatez si deben o no tener hijos, promoviendo el odio y actitudes displicentes hacia luchas sociales de lo más justas y sabias.

De la misma forma, las políticas de izquierda han promovido el odio y la idea de oposición radical y ciega ante realidades humanas, como lo son las económicas. En lo personal, considero que la verdadera igualdad entre las personas es una búsqueda ética, solo posible si tenemos presente que las personas no son realmente iguales, y por ello, los aparatos estatales y públicos deben ser eficientes en la promoción del capital privado y en el cuidado del capital público, para que la función de los gobiernos sea precisamente la de compensar las inequidades inevitables en la distribución de talentos, oportunidades y habilidades.

Sin embargo, la ideología de izquierda suele negar un hecho biológico irrefutable, según el cual todos no podemos ser iguales. Lo más preocupante, es encontrar voceros de una y otra tendencia, promoviendo el odio hacia ideologías contrarias, de la misma forma como suelen promoverse las religiones, afirmando que las otras son falsas y contrarias a la verdad, sin evidencia alguna, reproduciendo el odio y la displicencia hacia lo que es contrario con las intuiciones más preciadas y amadas, con emociones de lo más negativas, enmascaradas con gestos de benevolencia y simpatía solo por quienes acepten con sumisión lo que se defiende como verdad.

Los productores de odio se la pasan hablando por Twitter. Son quienes suelen estar en contra, y no a favor de ninguna política. Son los que buscan aplausos, más que verdaderos acuerdos sociales y políticos. Deberíamos simplemente dejar de prestarles atención, obviar sus quejas predecibles y emotivas. Los productores del odio no van con los verdaderos progresos sociales, sino que son los defensores de visiones nostálgicas y trágicas, donde ellos son los únicos posibles salvadores. Pero nunca defienden las evidencias. Siempre nos quieren imponer sus propios engaños, sus visiones reducidas de la realidad.

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