En la calle también se desaprueban reformas

Por en junio 21, 2023

Por Aura Isabel Olano Correa

A pocos meses de iniciado su Gobierno, el presidente Gustavo Petro Urrego, comenzó a convocar al ‘pueblo’ a las calles para defender ante el Congreso de la República las reformas laboral, de salud y pensional, sin que hubiera siquiera un esbozo de los respectivos textos, desconocidos por completo por los mismos miembros de su coalición política. Es decir, que pretendía que antes de concebir los proyectos, se aprobaran a ciegas.

Al querer utilizar a quienes habían votado por él, para que salieran a las calles a defender lo desconocido, apelando a la fe ciega, buscaba presionar de manera indebida al Congreso de la República, a que aprobara, sin modificación alguna sus reformas, como si se tratara de dogmas.

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Por medio de su Twitter, decía una y otra vez, que ‘la plaza pública también es un lugar de discusión’, pero no había nada que discutir, porque lo suyo ha sido un monólogo populista, como el del llamado balconazo, en la Plaza de Armas, al que esperaba una gran muchedumbre, pero no fue así.

Recientemente, con gran desafío volvió a convocar al ‘pueblo’ para defender sus complejas reformas y, una vez más, notificar a los congresistas que se estaban apartando de su redil, incluso por culpa suya, pues luego de solicitar la renuncia protocolaria de su gabinete, por medio de su inquieto Twitter dio por terminada la coalición política pactada.

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Al ganar la elección, dado su carácter autoritario, el presidente Petro Urrego, quizás pensó que, en el momento de su arribo a la Casa de Nariño, los colombianos le debían obedecer y que sus reformas, sin gestar aún, tendrían que ser aplaudidas, algo así como “hágase la luz y la luz fue hecha”.

El primero de mayo en el balcón famoso, el jefe de Estado habló de la importancia para la clase trabajadora de las reformas pensional, laboral y de salud, esta última la que más críticas ha recibido. Al parecer, para él, los únicos trabajadores que existen en Colombia son los afiliados a los sindicatos, quienes serían los beneficiados, precisamente, con la lánguida reforma laboral. Igualmente, considera que el pueblo solo está conformado por sus correligionarios ideológicos, que le deben fidelidad. Y de la inmensa mayoría de los colombianos, que no está de acuerdo con sus reformas, con su discurso, con los bandazos de su gobierno, dice que pertenece a la ‘élite’. Como si no fueran ciudadanos, trabajadores, empresarios, emprendedores que generan empleo y riqueza para el país a través de los altos tributos que ha impuesto.

Pues esos otros millones de trabajadores y de luchadores por una Colombia mejor, han demostrado que también salen a pronunciarse frente a las reformas que el presidente quiere imponer a la brava, sin importar cuan lesivas pueden resultar para el país, para el fisco, para cada ciudadano y su futuro, en especial para las nuevas generaciones.

Las multitudinarias marchas, en especial la de este 20 de junio, que de manera espontánea se registraron en las principales ciudades del país, le están enviando un mensaje directo al presidente Petro: que no están de acuerdo con las reformas inconsultas, que necesitan del consenso nacional, sin distingo ideológico; que el país está a la deriva en materia de seguridad, que se han recrudecido la extorsión, el secuestro, el narcotráfico, los cultivos de uso ilícito, el microtráfico, entre otros graves problemas. Que el propio presidente no puede seguir culpando de la mala hora de sus reformas, como la laboral, que hoy agonizó en el Congreso, a “los dueños del capital y de los medios”, como lo dijo en su Twitter. También los marchantes de hoy le exigieron al mandatario respeto por la prensa y por la separación de poderes.

Petro debe gobernar sin soberbia, con todo el país y para todos los colombianos, no solo para una minoría que lo aplaude a ciegas. Las movilizaciones de hoy le están demostrando que en la calle también se desaprueban las reformas y al gobierno.

El hoy presidente, desde su cómoda curul de ácido opositor, creyó que gobernar era hacer su voluntad, olvidó que Colombia, pese a sus dificultades, es una democracia, que no admite imposiciones ni radicalismos.      

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