La desprotección del Cauca y Popayán
Por Aura Isabel Olano Correa
Desde hace muchos años a nadie le importa el Departamento del Cauca, ni siquiera a sus propios gobernantes, tampoco a sus representantes en el Congreso de la República, unos oportunistas que han buscado y siguen buscando el poder económico y burocrático.
En verdad, no le han servido ni le sirven a esta empobrecida, sufrida y violenta región de Colombia. Y si no les importa a sus propios dirigentes, a sus hijos, menos a los distintos gobiernos nacionales de las últimas décadas, al Estado como tal, porque al Cauca lo ven como el problema de siempre: infestado de guerrilla, de narcotráfico, de invasión de la propiedad privada, de bloqueos viales, de minería ilegal, de corrupción a todos los niveles, de apropiación de la burocracia, de la feria de la contratación.
Los gobernadores dejan muy bien aceitada la maquinaria burocrática para reelegirse en cuerpo ajeno, su sucesor llega al legislativo y continúa esa especie de monarquía para seguir detentando el poder con todas sus delicias, incluidos los entes de control, pasando por la Asamblea del Departamento. Entonces, ¿quién los vigila? ¿Quién les hace control político? Entre tanto los ciudadanos se quejan, pero en corrillos, en voz baja, porque falta valor civil para denunciar las tropelías, el aprovechamiento de los bienes públicos con los que satisfacen sus voraces apetitos y los de sus allegados.
Esta película de horror la estamos viendo en el Cauca desde hace mucho tiempo, por eso este resquebrajado Departamento perdió el respeto que antaño se le tenía en el concierto nacional.
De ahí que las guerrillas y el narcotráfico, que vienen pelechando desde la década de los sesenta del siglo pasado, hayan hecho con el Cauca cuanto se les ha antojado, porque no hay gobierno, tampoco ciudadanía que se rebele ante los caciques de todos los plumajes.
¿Cuántas veces, como hoy lo hizo el ELN, se han tomado la Panamericana? Quizás perdimos la cuenta y no hemos escuchado el rechazo firme de gobernantes regionales y de quienes, supuestamente, representan al pueblo caucano en el Congreso de la República. Protestar contra los bloqueos en esa vía por parte de abusivas comunidades indígenas, comandadas por el Cric, no es para ellos, seguramente, políticamente correcto, mientras el Cauca se sigue consumiendo en la violencia y los abusos, en la zozobra y la falta de valor civil.
¿Qué le importa al Estado central el Cauca, cuando no le aporta mucho al PIB nacional?
¿Cuántas generaciones de caucanos y payaneses han oído hablar de obras que no han llegado y otras que aún no se cristalizan? Verbigracia la vía al mar, la carretera a la Bota Caucana, de la que hace 25 años el ingeniero Jorge Campo construyó hasta seis kilómetros, abajo de Santa Rosa, yendo a Piamonte, y pare de contar; la hidroeléctrica Arrieros del Micay, las inconclusas Transversal del Libertador, Corredor del Paletará y Anillo del Macizo Colombiano que, dicho sea de paso, mañana jueves el director general de Invías, Juan Esteban Gil, dará a conocer el avance de esas obras. Igualmente, desde hace tiempo, el Cauca espera la construcción de la doble calzada Popayán-Santander de Quilichao, sin que hasta el momento se sepa qué ha pasado con ese proyecto. En fin, las necesidades del Cauca en muchos casos no han sido atendidas.
Entre tanto, sin autoridad local ni regional, se ha permitido que del Cauca hagan leña los terroristas, los oportunistas, las mafias y los políticos que solo velan por sus intereses.
Se ha tolerado desde el derribamiento de la estatua de Sebastián de Belalcázar por parte de indígenas Misak, que El Morro, una de las insignias de Popayán, sea atacado cada vez que se les antoja a los vándalos que quieren sembrar terror y a quienes pretenden convertirla en instrumento ideologizador.
Ante esa situación, ¿cómo es posible, señor alcalde, que El Morro, no tenga vigilancia permanente? Si la hubiera, el ELN no habría tenido hoy la facilidad de montar en el pedestal su siniestra bandera, y no es la primera vez que lo hace, llega como Pedro por su casa. Al tiempo quemaba un automotor en la Panamericana, dejando, además, falsos explosivos en varios sitios de esa vía, logrando, por su puesto, crear pánico.
¿Qué buscan todas esas fuerzas oscuras? Muy simple. Apoderarse del Cauca, traficar a sus anchas, quedarse con todas las tierras, aprovechar sus minerales y demás recursos naturales, acabar con el empleo, con las empresas, con la agroindustria, como está ocurriendo en el norte del Cauca con las fincas cañeras.
Esa violencia del Cauca ha hecho desaparecer empresas, como ha ocurrido a causa de los bloqueos de la Panamericana, sin que la autoridad regional, señor gobernador, y los políticos, hoy en campaña, nada digan.
Tendremos, como siempre, el pronunciamiento de los gremios en misivas muy respetuosas, casi suplicantes, haber, si por fin, el poder central vuelve sus ojos al descuadernado Cauca.
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