Adiós a Samuel Ernesto Constaín González

Por en septiembre 16, 2018

Duele que personas tan especiales y de tanto significado en la vida de su ciudad, en este caso de Popayán, de su familia, de sus amigos, se marchen tan pronto. Pero en medio de ese profundo pesar que ha causado el deceso del eminente abogado, gran señor, Samuel Ernesto Constaín González, queda la huella imborrable en las numerosas generaciones de abogados que ayudó a formar en la Universidad del Cauca, no solo a través del conocimiento, sino del ejemplo. Lo recuerdan como un maestro riguroso que se adelantaba en temas jurídicos que el país requería y luego de muchos años se convertían en jurisprudencia.

Recordamos con especial cariño al amigo afable, con su expresiva sonrisa y movimiento de cabeza, que siempre tenía una frase amable y un chispazo. Hace 18 años fue parte fundamental de la génesis del periódico La Campana, que hoy hace propio el dolor que embarga a sus hijos María Virginia, José Fernando y María Cecilia, a sus nietos, hermanos y demás familiares. Llegó al encuentro con la siempre recordada Cecilita, que prematuramente partió, dejándolo no solo desolado, sino con la gran responsabilidad de continuar el camino con sus entonces pequeños hijos, cumpliendo esa misión con infinito amor.

Dos días antes de su deceso, el 13 de septiembre, sus alumnos le rindieron un gran tributo de admiración y gratitud, homenaje que se cumplió en el Salón Fundadores de la Universidad del Cauca, su entrañable claustro, del que supo y agradeció, pero que sus ya débiles fuerzas le impidieron asistir. Un óleo en su honor fue entregado a la Alma Máter. Varios de sus  exalumnos expresaron su gratitud al gran maestro, al amigo, al hombre probo y transparente en el ejercicio de su profesión, uno de ellos fue Julio Hernán Tobar Ocampo, hoy contralor General del Cauca, y quien desde antes de graduarse de abogado, tuvo el privilegio de ser su asistente. Estas son sus palabras:

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El día de ayer, en medio de sentimientos de alegría y nostalgia asistí al homenaje a Samuel Ernesto Constan González, mi gran maestro.

Alegría porque se hizo, con sobradas justificaciones y merecimientos, un reconocimiento a un gran hombre y nostalgia porque su salud no permitió que estuviera presente en este evento donde muchos que le queremos quisimos honrarle.

«Samuelato» para sus amigos o «Papá pitufo» para sus estudiantes más traviesos´, es uno de los grandes pensadores que ha forjado nuestra amada Alma Máter.

Tengo la fortuna de haber compartido con él, además de sus valiosas clases de derecho comercial en el Claustro de Santo Domingo, casi 4 años como asistente en su oficina de abogado y sin temor a equivocarme más de 20 años de una sincera amistad.

Es usted Doctor Constaín, uno de los referentes en mi vida. No solo como abogado, sino como Padre y ser humano.

De usted no solo aprendí sociedades o títulos valores, aprendí disciplina, método, rigor académico y sobre todo, probidad, honestidad y transparencia en el ejercicio de los diferentes roles de la vida.

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Su valor para asumir una temprana viudez y la forma como ha dedicado su vida a sus hijos, sacrificando incluso anhelos personales, son ejemplo formador de lo que debe ser un excelso padre. Quedaría corta cualquier frase para referirse al amoroso abuelo.

Su incansable forma de trabajar, con obsesiva precisión, con insaciable deseo de conocer más y más del tema, para llegar a proponer teorías jurídicas que muchos años después fueron parte de nuestro ordenamiento jurídico, son ejemplo vivo de lo que debe ser un excelente profesional.

He tenido doctor Samuel la fortuna de conocer su lado humano, su bondad, su temperamento alegre y fiestero, su gusto por el baile y su respetuosa admiración por las bellas damas, temperamento que muchos desconocen por estar oculto bajo esa espesa y cana barba y ese inolvidable vozarrón que siempre le dio una apariencia más severa de la que su noble alma tiene.

Es este, doctor Samuel, un compendio de muchas frases que he expresado a usted personalmente a lo largo de la vida y constituye mi manifiesto público de respeto, de admiración y afecto, el cual, aunque se queda corto para expresar ideas y con muchos sentimientos atragantados por la emoción, bien podrían resumirse en una sola palabra: GRACIAS.

Gracias sinceras y de corazón, por tanto conocimiento enseñado y por tanto afecto dispensado.

Pido a Dios por su salud y espero poder compartir con usted físicamente este y muchos homenajes merecidos que nuestra sociedad le haga.

Con todo mi respeto y afecto.

Julio Hernán Tobar Ocampo

Su orgulloso discípulo

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