30 años del asesinato de Rodrigo Lara Bonilla
Por Gabriel Bustamante Peña
Rodrigo Lara Bonilla condensa en su pensamiento, vida y obra la lucha histórica contra las mafias que pretendieron apoderarse del Estado colombiano, alienar y someter a la sociedad y mancillar la dignidad de la Nación. Su valiente sacrificio abrió los ojos de un país aletargado por el dinero fácil, y congregó conciencias para oponerse al proyecto de convertir a Colombia en un Estado dominado por el crimen organizado.
Al cumplirse 30 años de su magnicidio, el pasado 30 de abril, su asesinato es un monumento a la impunidad, y bajo el parapeto de Pablo Escobar, los verdaderos autores de su muerte continúan manoseando al país desde sus altares políticos que ayer, como hoy, mezclan la violencia como medio de apropiación de extensas zonas del territorio nacional, vinculadas a las principales fuentes de riqueza lícitas e ilícitas, y del poder político que les siga garantizando impunidad.
Esa mezcla de masacres, desplazados, narcotráfico y corrupción con la búsqueda de representación política y la captación de las instituciones del Estado, que hoy conocemos como parapolítica, o mejor dicho: narco-parapolítica, fue lo que combatió valiente y solitariamente Lara Bonilla desde el Nuevo Liberalismo, el Senado de la República y el Ministerio de Justicia. Y por eso lo mataron.
Hoy, ad portas de lograr poner fin al conflicto armado, vale la pena recordar lo que sentenció el entonces Senador Rodrigo Lara, al inicio de 1981: “¿Se logrará la paz en Colombia mientras la política dependa de una manera tan sensible del dinero? (…) Dinero de los grupos económicos, de las mafias, de la corrupción pública; dineros que, de no ser controlados drásticamente, terminarán por acabar nuestra democracia.”
Por esto, el olvido de lo que representa Rodrigo Lara Bonilla para Colombia y la renuncia a la verdad histórica sobre las causas y los responsables de su magnicidio, representan una muerte más contundente, que las implacables ráfagas de los sicarios que lo acribillaron aquel 30 de abril de 1984.
El Estado y la sociedad colombiana están en deuda con el legado de Rodrigo Lara Bonilla, de visibilizar su heroica lucha contra el crimen, la corrupción y la injusticia social, legado incómodo para muchos, pero en donde están las claves para entender nuestro inmediato presente, pero sobre todo, muchas advertencias de lo que nos puede deparar el futuro sino corregimos el rumbo.
publicada en la edición impresa: mayo 16 de 2014
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